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martes, 4 de agosto de 2015
Por la libertad del pueblo
Por Francisco Gil Craviotto
Publicado en Wdi-as. primera semana agosto 2015
Fernando Alcalde Rodríguez y Juan José Ayala Carbonero son dos historiadores granadinos que, desde hace ya algunos años, vienen investigando la gran tragedia de la guerra civil española, así como la cruel represión que le siguió. Fruto de esas investigaciones es el libro “Por la libertad del Pueblo. Itinerarios por los restos del frente sur de la provincia de Granada”, recientemente editado bajo los auspicios de la Asociación para la recuperación de la Memoria Histórica que promueve la Junta de Andalucía. Imaginamos que a este libro deben seguir otros, ya que en la portada, con grandes letras blancas sobre fondo rojo, es posible leer: Volumen 1: “de Castell de Ferro a Lújar”. Ya en el interior del libro se confirma este deseo de continuar la investigación sobre la guerra civil y la feroz represión de la posguerra en otros puntos de la geografía granadina.
La zona elegida tiene una importancia esencial en el panorama de la guerra civil en la provincia de Granada. Tras la caída de Málaga y Motril en febrero de 1937, ambas ciudades tomadas por el ejército italiano, la República logró contener el avance de los fascistas en Castell de Ferro y preservar así la caída de Almería hasta el final de la guerra. El “no pasarán de Madrid” también se cumplió, aunque más modestamente, en Castell de Ferro.
Antes de entrar en materia los dos investigadores han dedicado un capítulo introductor para poner al lector al corriente de la situación en que se encontraba la zona en los años treinta, cuando llega la República. Fernando Alcalde y Juan José Ayala la califican de pésima. Motril y los pueblos de su entorno malviven entre la abulia y la desesperación: paro endémico debido al monocultivo de la caña de azúcar, salarios insuficientes, caciquismo, emigración... La llegada de la República en 1931 no mejoró sustancialmente la situación, ya que los puestos clave de la vida social y económica de la zona continuaron en manos de las mismas personas de la época monárquica; por otra parte, las tímidas mejoras sociales que se iniciaron en los dos primeros años del nuevo régimen, en cuanto llegó el bienio negro, fueron paralizadas o suprimidas.
Hasta julio de 1936 la situación de Motril y su comarca no fue mejor ni peor que la de los veranos anteriores, pero el 18 de julio tiene lugar el golpe de Estado de los militares enemigos de la República que, fracasado en unas zonas de España y triunfante en otras, degeneró en guerra civil. El 20 de julio Granada capital pasa a manos de los rebeldes y el 22 los fascistas de Motril, ayudados por la Guardia Civil, logran hacerse con el control de la ciudad. Las fuerzas pro republicanas, a las que se han unido voluntarios de los pueblos vecinos, contraatacan y reconquistan el poder el día 25. Desde esta fecha hasta el 10 de febrero del año siguiente en que Málaga y Motril caen en manos de los italianos, toda la zona queda en poder de la República. Fueron seis meses caóticos, de bombardeos casi diarios,- los temidos Junkers alemanes que llegaban de Armilla-, en los que faltó de todo y, como no había cartillas de racionamiento, en las colas de las pocas tiendas que se atrevían a abrir, prevaleció la ley del más fuerte. El saldo final fue noventa muertos que, al final de la guerra, la propaganda fascista convirtió en noventa mártires.
A finales de enero de 1937 los rebeldes, apoyados por nueve batallones italianos al mando del general Mario Roatta, penetran por Antequera y Loja en Málaga, que cae el 7 de febrero. Miles de personas, huyen por la carretera de la costa en dirección a Almería. Son sobre todo mujeres, niños y ancianos -los hombres en edad militar están en el frente-, que, ante el temor de la represión fascista, abandonan su hogar y emprenden la desbandada. Ese es precisamente el nombre con el que hoy se conoce aquel sangriento éxodo de Málaga a Almería. La mayoría morirá por el camino ametrallados por la aviación alemana -siempre los tristemente famosos Junkers de la Legión Cóndor-, y los barcos italianos apostados en el mar. Franco ha invitado a las potencias fascistas de Europa, - Italia y Alemania-, a matar españoles y, lo que al principio era guerra civil, se ha convertido en guerra de invasión. Después de Málaga cae Motril, atacado a la vez por varios frentes, pero la República logra frenar el avance fascista en los cerros de Castell de Ferro. Almería se salva y queda del lado de la legalidad republicana. Así continuará la situación durante los casi dos años que aún quedan de guerra.
A partir de este momento nuestros dos historiadores dedican su atención al estudio de este retazo de la provincia de Granada todavía en manos de la República: línea del frente, trincheras, parapetos, puestos de mando, armas, abastecimientos, etc., etc., Hay abundantes fotos, -unas de la época y otras actuales-, y mapas explicativos de todos los pormenores bélicos de la zona. La parte final del libro está dedicada a la represión que siguió a la guerra. Terrible, bárbara, despiadada, como lo fue en toda España. Juicios sumarísimos, fusilamientos, ejecuciones a garrote vil, latrocinios, venganzas, etc. Como en todas partes. Los fascistas de Granada no fueron mejores ni peores que sus colegas de las otras provincias.
Una vez más se plantea el problema de la oportunidad de sacar a relucir este pasado. Los nietos y amigos de los verdugos de ayer insisten una y otra vez en la necesidad del olvido. Recordar
estas atrocidades, cometidas por sus queridos ancestros - dicen- es abrir viejas heridas ya cicatrizadas. Los demás pensamos que cada pueblo tiene derecho a conocer su pasado, por muy negro y lamentable que sea. Precisamente, conociéndolo es la mejor manera de que jamás vuelva a repetirse.
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