Así
definió la situación emocional de nuestra tierra en el año
cincuenta y nueve el etnólogo, antropólogo y arqueólogo suizo
Jean-Christian Spahni, autor del libro “La Alpujarra, la Andalucía
secreta”, quien tras varios meses entre nosotros reconocería haber
encontrado aquí arriba, "justo al lado del cielo", ese
silencio benefactor, que tanto se parece o asemeja, a la felicidad.
Cuando
conocí al bueno de Andrés Linares padre comprendí el estado de
felicidad del autor.
Andrés,
que fue rescatado por Spahni de la mili para que le sirviera de guía
y ayudante por Murtas en su investigación etnológica, era un un
joven animoso que se hizo imprescindible como lazarillo para Spahni,
al que mostró todas las facetas de aquella vida tan llena de
frescura y esperanza de esos años tan grises. Juntos profundizaron
en los valores del trovo, juntos y con otros tamizaron la etnología
hasta desprender la “t” y le atizaron de lo lindo al mosto,
estableciendo las relaciones comparativas entre las características
de los caldos de los diferentes pagos de la Contraviesa. A esas
noches de jarana desenfrenada en las que tocaban con los dedos las
nubes del cielo le seguían esas mañanas de paz de aquel mundo
quieto en el que el sol, que atraviesa la raja del postigo del
dormitorio, se refleja sobre el varal de la cama iluminando de lleno
el ramillo de albahaca que cuelga y que desprende sus semillas sobre
la almohada cuando te das la media vuelta buscando el vaso de agua, y
se oye el silencio benefactor que produce el suave canto del gorrión,
el verderol y el chamarizo, amortiguado por la resbaladiza danza del
agua saltando entre las piedras del barranquillo. Era como estar “al
lado del cielo”.
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