Hace dos días cayó en mis manos “Cartas sobre España” de Vasili Petróvich Botkin y, hoy, hasta se me han pegado las lentejas porque se me ha perdido el “santo” entre sus líneas. Botkin, viajó a España a mediados del XIX, tras visitar diversos países europeos; se detuvo en Granada y habló de nosotros en un libro recientemente traducido al español. En él deja reflejado el carácter de los españoles, un análisis actual y certero.
Dice en uno de sus parrafos: “la propia España ignora su destino, ignora a dónde conduce su camino, va sin objetivo determinado, sin ningún plan y en una completa ignorancia del día de mañana y queda todo sometido a esa despreocupación española que lo deja al destino de la casualidad... Así, en España se hacen y rehacen las costituciones y nadie cree en ellas, se redactan leyes y nadie se somete a ellas; se promulgan medidas y nadie les hace caso”.
Encima de mi mesa tengo “El Mundo” del día 20 de enero donde dice: Rajoy y Sánchez se reúnen; el segundo está convencido de que “con la ley solo no basta”, se refiere al problema de Cataluña. Lamentablemente es de lo mismo que habla Botkin; ninguna de sus páginas me ha resultado extraña, ni siquiera ajena.
Será Andalucía, sobre todo en Granada donde se sienta feliz. En su libro alaba sobremanera a la mujer, el carácter anarquista del alma española; habla de las dificultades para hallar un concepto definido de unidad nacional, de “las dos Españas”, de las tertulias; se enamora de la pintura de Murillo, de los toros, del bandolerismo. Bostkin se adentra en el alma española y concluye: “España,¡qué refugio para la gente a quién le aburre Europa!”. Destaca la amabilidad, la valentía, el patriotismo, “el apego a la memoria de los héroes”; “ningún país es tan crítico y al mismo tiempo orgulloso de su nacionalidad”.
Así habla de su estancia en Granada: "cuando se ponía el sol, solía apoyarme contra la baranda del balcón y contemplaba el encantador panorama que se abría ante mis ojos, un panorama iluminado por el cálido sol del Sur. La cumbre nívea de Sierra Nevada brilla en el cielo azul como un hierro candente; un vapor rosado y ondulante se cierne, abajo, sobre la ciudad y el verde valle como un velo transparente.
A lo lejos, en la neblina azul clara se vislumbra la cordillera montañosa. El pico angular de Sierra Nevada, tras el cual desaparece el sol, como cubierto de oro brillante, deja a su alrededor sombras violáceas… Cielo y Tierra arden y se derriten en un inexplicable brillo radiante". "La Alhambra era la ciudadela de Granada. Construida sobre una alta colina, domina la ciudad. Aquí, rodeada por una alta muralla, están los restos del palacio de los soberanos moros.
La colina sobre la cual se erige la Alhambra, por una parte, precisamente hacia la ciudad, configura un pronunciado declive, y, por el otro lado, el orientado hacia Sierra Nevada, forma un barranco abrupto que la separa de la otra colina un poco más elevada, adyacente a Sierra Nevada, sobre la que fue construido el palacio de verano de los soberanos moros, el Generalife y sus jardines, que se consideraban entre los moros lo más majestuosos del mundo".
Dice en uno de sus parrafos: “la propia España ignora su destino, ignora a dónde conduce su camino, va sin objetivo determinado, sin ningún plan y en una completa ignorancia del día de mañana y queda todo sometido a esa despreocupación española que lo deja al destino de la casualidad... Así, en España se hacen y rehacen las costituciones y nadie cree en ellas, se redactan leyes y nadie se somete a ellas; se promulgan medidas y nadie les hace caso”.
Encima de mi mesa tengo “El Mundo” del día 20 de enero donde dice: Rajoy y Sánchez se reúnen; el segundo está convencido de que “con la ley solo no basta”, se refiere al problema de Cataluña. Lamentablemente es de lo mismo que habla Botkin; ninguna de sus páginas me ha resultado extraña, ni siquiera ajena.
Será Andalucía, sobre todo en Granada donde se sienta feliz. En su libro alaba sobremanera a la mujer, el carácter anarquista del alma española; habla de las dificultades para hallar un concepto definido de unidad nacional, de “las dos Españas”, de las tertulias; se enamora de la pintura de Murillo, de los toros, del bandolerismo. Bostkin se adentra en el alma española y concluye: “España,¡qué refugio para la gente a quién le aburre Europa!”. Destaca la amabilidad, la valentía, el patriotismo, “el apego a la memoria de los héroes”; “ningún país es tan crítico y al mismo tiempo orgulloso de su nacionalidad”.
Así habla de su estancia en Granada: "cuando se ponía el sol, solía apoyarme contra la baranda del balcón y contemplaba el encantador panorama que se abría ante mis ojos, un panorama iluminado por el cálido sol del Sur. La cumbre nívea de Sierra Nevada brilla en el cielo azul como un hierro candente; un vapor rosado y ondulante se cierne, abajo, sobre la ciudad y el verde valle como un velo transparente.
A lo lejos, en la neblina azul clara se vislumbra la cordillera montañosa. El pico angular de Sierra Nevada, tras el cual desaparece el sol, como cubierto de oro brillante, deja a su alrededor sombras violáceas… Cielo y Tierra arden y se derriten en un inexplicable brillo radiante". "La Alhambra era la ciudadela de Granada. Construida sobre una alta colina, domina la ciudad. Aquí, rodeada por una alta muralla, están los restos del palacio de los soberanos moros.
La colina sobre la cual se erige la Alhambra, por una parte, precisamente hacia la ciudad, configura un pronunciado declive, y, por el otro lado, el orientado hacia Sierra Nevada, forma un barranco abrupto que la separa de la otra colina un poco más elevada, adyacente a Sierra Nevada, sobre la que fue construido el palacio de verano de los soberanos moros, el Generalife y sus jardines, que se consideraban entre los moros lo más majestuosos del mundo".
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