El Quijote es una constante lucha entre el deseo y la realidad. Fue concebida como una obra breve que, luego, fue evolucionando para convertirse en un libro infinito. Concebido como un libro de humor, así lo expresa Cervantes en el prólogo diciéndole al lector:
“Aquí te entrego dos fanegas de risa”
La escribió de corrido, para ser relatada, no leída, sin ninguna forma; han sido los editores los que ha corregido la ortografía y la gramática.
Lo verdaderamente importante de El Quijote es el fondo, el mensaje, el relato; sobre todo los diálogos entre Don Quijote y Sancho.
La mejor definición del Quijote, al menos la que a mí más me gusta, la leí, en la enciclopedia “Alvarez” de nuestros años de escuela, en unos versos que ignoro de quién son, y que dicen así:
Con extrema habilidad,
un soldado poco a poco,
queriendo pintar a un loco,
retrató a la humanidad.
Como he dicho, Cervantes lo escribió para sí, que es como surgen las grandes obras, cuando el autor se libera de ataduras y, sin traicionar su pensamiento, se deja llevar por el corazón. Más, en el caso del Quijote, donde el autor lo que quiso es disfrutar, enfrentando su deseo, con la cruda realidad de una España que, si bien era la mayor potencia del mundo, el pueblo no participaba de ese bienestar.
La diferencia entre la nobleza y el pueblo es enorme, una diferencia que donde primero se aprecia es en la mesa. Lo vemos, por un lado, con una comida sofisticada, lo mejor de Europa, tanto en las Bodas de Camacho, como en las comidas del duque; como lo vemos por otro lado en la comida del pueblo, en la que se hace referencia en la mayoría de los capítulos; más aún la improvisada, con lo se pillaba, de los pastores y los arrieros, como se ve el el cap. 11 (como curiosidad os diré que de los 126 cap, del Quijote, solo en cuatro no se habla de comida).
En casa de Alonso Quijano se comía bien. Cervantes nos lo hace saber en las primeras líneas del primer capítulo:
“ Una olla de algo más de vaca que carnero, salpicón la mas noches, duelos y quebrantos los sábados, lentejas los viernes y algún palomino de añadidura los domingos”.
Pero Alonso Quijano, metido en asuntos de caballería, pierde el juicio, y se convierte en Don Quijote de La Mancha; sale a los caminos a desfacer entuertos; como caballero, sólo busca el sustento del alma, y Sancho le sigue siempre pensando en el cuerpo.
Es así, cargado de fatigas, sin beneficios y con el estómago vacío, como Sancho sigue a su señor, soñando con los placeres que encontrará cuando sea gobernador.
Y llega el día que se cumple su sueño. Es nombrado gobernador de Barataria.
El sólo quiere comer, pero el poder también tiene sus quebraderos de cabeza.
Lo primero es la ceremonia, una larga ceremonia de toma de posesión; después tiene que demostrar al pueblo su buen juicio y le llevan al juzgado donde ha de resolver una larga serie de conflictos.
Tras todo esto, por fin, lo conducen al salón del gobernador donde hay una mesa repleta de ricos manjares. Todos son para él.
Este es el momento que pretendemos mostrarle a continuación.
Muchas gracias por vuestra atención. Lo hemos hecho con mucho cariño.
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