La edad de la luz: un texto de Feli Maldonado donde la filosofía y la teología se mezclan en un amalgama de ideas medievales.
Ocurrió una cosa extraña había predicadores que adivinaban la incertidumbre de los tiempos. Las guerras y las grandes pandemias. También existían las hadas y otros seres espirituales que cerraban el circulo humano de la supervivencia.
Paso que en un tiempo lejano un año nuevo llegó con un ser diferente.
Este ser diferente creía en la magia. Era la edad de la luz. Y creo que la vida necesitaba un Ser supremo que guiara la gran tribu urbana hacia la edad moderna.
Nació el profeta. Aquel que hablaba con gran sabiduría y nació con el poder de vivir experiencias supremas. El amor dio forma y creo el ser llamado hombre
Y ahí empezó la gran batalla de la civilización humana. Todo fue carne. El hombre y su guerra y todo fue alma su procedencia divina así lo había creado. Y Dios se hizo versátil en el vulgar lenguaje de los legos.
Ahora la pregunta sigue siendo la misma. ¿Quién creó mi forma? ¿Quién justifico mis acciones y quién manifestó mis emociones?
La vida sigue dando sus mejores batallas a sus mejores guerreros y sus grandes interrogantes a sus mejores poetas. La poesía es el lenguaje versátil de los iluminados divinos y en ellos existe la verdad. Solo hay que saber leerla y conocer las grandes verdades que esconde su poder divino.
Aquel que domine su poder tendrá el alma humana, el cuerpo grácil y versátil que sabe esconder el gran secreto de la divinidad Humana.
En este espacio pretendemos establecer un dialogo cordial en torno a La Alpujarra, sin más limitación que el respeto que todos merecemos.
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miércoles, 27 de diciembre de 2017
miércoles, 30 de agosto de 2017
AL CASTILLO DE MONTJUIC, UN AÑO MÁS
Ramón Llorente Varela |
Defensor del Ciudadano de Gerona.
Ramón no olvida sus raíces alpujarreñas.
Con sentimiento y emoción, un año más, muchas personas subiremos al castillo de Montjuic, el día 24 de septiembre, para celebrar el reencuentro de muchos gerundenses que, llegados del resto de España, no olvidamos nuestras raíces ni nuestro paso, o el de nuestros padres o abuelos por el castillo de Montjuic. Dificultades y problemas de toda clase no pudieron impedir que nuestra pequeña historia quedara enterrada por el olvido y el desprecio hacia lo que era considerado por el sistema como una lacra o epidemia que había que ocultar y silenciar. La ciudad de Girona tiene una gran deuda con aquella multitud de personas, que llegadas de muchos pueblos de Andalucía y Extremadura, eran trabajadoras honradas, y que con su trabajo contribuyeron ejemplarmente al progreso social y económico de esta tierra.
Con distintos acentos y varios orígenes, nos une la voluntad de recordar nuestro pasado, con agradecimiento a la tierra y la gente que nos recibieron. El ejemplo de nuestros padres y abuelos nos anima a actuar como personas de bien. Ellos sufrieron enormes problemas, pero trabajaron con esfuerzo para salir adelante y procurarse lo necesario, sin esperar que nadie se lo regalara, y manteniendo la esperanza de abrir y ganar un futuro mejor para sus hijos.
Ahora son otros tiempos. Pero siguen siendo necesarios los principios y los ideales que en Montjuic se hicieron presentes: el trabajo, el esfuerzo, la mejora de cada uno de nosotros, el sentido de la justicia, la honradez y la imprescindible solidaridad, que son la base para conseguir una sociedad más humana y justa. Nosotros sabemos lo que son barreras de todo tipo, económicas, sociales, culturales, pues las hemos vivido en nuestras propias carnes, y las hemos superado. Y tenemos claro que ninguna bandera, ningún escudo ni ninguna consigna nos harán olvidar nuestra procedencia ni nos separarán del resto de nuestros conciudadanos.
No podemos olvidar que lo más sagrado de este mundo es la dignidad de la persona, sin distinción por razón de raza, de color, de lengua o de creencias, y que sólo desde el amor y la bondad se construye. Desde el odio sólo se destruye, se crea división y se siembra la discordia.
Como decía, ya hace un año, la humanidad es como una gran familia, y toda barrera es una traba que condiciona y limita tal realidad. Nuestra fiesta es un granito de arena para seguir construyendo puentes y trabajar por una humanidad más solidaria y justa. El próximo 24 de septiembre volveremos a celebrar en el castillo de Montjuic la fiesta de los que allí vivimos en tiempos difíciles y los que comparten con nosotros la bondad y la ilusión por un mundo mejor. Es una gran fiesta de Girona. Os esperamos.
RAMON LLORENTE VARELA
Este artículo saldrá el próximo domingo en diario de Gerona.
http://www.piabosch.cat/en-suport-i-defensa-de-ramon-llorente-defensor-de-la-ciutadania-de-girona/
sábado, 22 de julio de 2017
Lotería de Navidad de la Asociación
Ya está a la venta, reserva tu décimo:
Este año puede ser |
Ahora quiero decirte:
con toda la fe que tengas,
y con tu ímpetu fiero,
te animes y te avengas
a dirigirte al lotero.
¡Y no más me llemes aguafiestas!
Aunque no te faltaría razón,
si es así como te manifiestas:
porque jamás me tocó
nada de nada en estas fiestas.
con toda la fe que tengas,
y con tu ímpetu fiero,
te animes y te avengas
a dirigirte al lotero.
¡Y no más me llemes aguafiestas!
Aunque no te faltaría razón,
si es así como te manifiestas:
porque jamás me tocó
nada de nada en estas fiestas.
Y no midas la esperanza
de que te toque el cupón.
Es mejor tomarlo a chanza,
soñando con el pastón,
iniciando alegre danza.
de que te toque el cupón.
Es mejor tomarlo a chanza,
soñando con el pastón,
iniciando alegre danza.
sábado, 24 de junio de 2017
Camisetas y delantales
martes, 6 de junio de 2017
HUMILDES FOGONES DE LA ALPUJARRA(Un ripioso poema culinario)
GERMÁN ACOSTA ESTÉVEZ
En una calle, en un rincón cualquiera, de un día
cualquiera, de uno de esos pueblos de La Alpujarra, donde el tiempo, que no es
de nadie, discurre con un compás pausado y macilento; a esa hora en la que el
soniquete cotidiano de los cacharros de cocina no altera, sino que es el ritmo
mismo de la vida:
Se descorre una cortina,
Un pestillo que cede “pa”
dentro
Y aparece esa curiosa vecina
Que de forma repentina
Ya se te ha “zampao” dentro.
-Vecina, que soy la Eduarda.
¿A dónde puñetas andas “metía”?
-Pasa pa dentro, “so”
petarda.
Tú no te cortes, reina mía,
Y pon tus carnes sobre la
albarda.
-¿Es que vas de “boa” o de
farra?
¡Menúo follón el que tienes “liao”!
-Estoy que me subo a la parra,
Pues de golpe, se “m´han presentao”
“Tos” los de La Casa de La
Alpujarra.
Tengo, “pa” que a esa gente le
sobre:
Huevos, pimientos, papas y
cebolla deconstruía
En una hermosa sartén de cobre.
-Vamos, lo que aquí “de toa la
vía”
Han “sío” unas papas a lo
pobre.
-Y allí tengo a mi Honorio,
Con su delantal estilo
italiano,
Hortelano y pinche meritorio,
Echándome en todo una mano
Y siempre pendiente del
cocitorio.
Honorio, espabila, lucero,
Vamos a darle caña,
Que no llegamos ni pa febrero:
Yo pongo al horno la lasagna,
Échale tú el nabo al puchero.
Las cortas luces y
entendederas
De este avezado y rudo
labrador
Confunden las directrices
guisanderas
Con proposiciones de ardiente
amor,
Y el hombre sale por peteneras.
-Despierta, que eres un
sinapismo,
Vive en tu mundo play-boy,
Sigue con tu ilusionismo:
Con la que hay aquí hoy
Y tú siempre pensando en lo
mismo.
-No te me azufres, Adelina,
Siento haberme equivocado
Y el haberte puesto mohína,
Pues no veo donde haya pecado
En arrimar mi ascua a tu
sardina.
-Me dejas de una pieza:
De esto, hablando no sigo,
Pues me da mucha pereza
Y, ¿sabes lo que te digo?:
¡No me va a doler esta noche
la cabeza!
Eduarda, démonos una
vueltecita,
Pues es mi expreso deseo
Visitar a mi comadre
Frasquita,
Que así practicamos el “golimbreo”
Y le “damos un rato a la
tarabita”.
Pero una voz ronca y demodée,
De un vendedor ambulante,
En la placeta de San José,
Congrega al curioso viandante:
Al grito de: ¡vamos, niñas, al
qué!
-Que traigo sesos fritos de
Alcázar,
Dulce del paraíso de
Capilerilla,
Sopa de almendras de Cáñar,
Guisote de calabaza de
Mecinilla
Y potaje de puñaíllo de
Cádiar.
Bayacas les regala a los
expertos
Cocido de cardos en
tradicional olla,
Órgiva te sirve habas de sus
huertos
Y una sopa calentica de
cebolla
Que resucita a los muertos.
Llevo leche frita del Pozuelo,
De Notáez, papaviejos de
lebrillo,
De Alcútar un peñasco
bulchero,
De Murtas un crujiente
soplillo,
La misma gloria bendita del
cielo.
Traigo de Olías sus antiguas
cazuelas,
De Fondales, gazpacho de
pepino,
De Bérchules, sobrehúsa de
habichuelas,
De Polopos, un lomo en adobo
de vino
Y de Ferreirola, unas poquitas
hojuelas.
Vendo de Nieles su potaje de
castañas,
Una delicatessen que está pa reventar,
Y fritaílla de conejo de
Carataunas,
Tortilla de collejas de Mecina
Alfahar,
A la mayor envidia y gloria de
España.
En Cástaras me han “dao”
remojón,
Lomo
en orza traigo de Lújar,
Trucha
al horno de Bubión,
Cazolilla
gitana de Soportújar
Y de
Sorvilán, la olla de San Antón.
Pucherico
de San Marcos de Mairena,
Fritaílla
de Santo Cristo de Almegíjar,
Fresco
y rico cilimoje de Picena,
Un
potente molío de aceitunas de Ugíjar
Y
moraga de sardinas de Melicena.
Hinojos
de Válor con abundante pringá,
Migas de Tímar “pa” cualquier
comensal,
De Pitres papas matanceras y
fritá,
Cojáyar y Jorairátar ponen
arroz liberal
Y Busquístar, peñascos y asadura
encebollá.
Juviles sabe a moriscos
maimones,
Atalbéitar huele, sin duda, a
empedrao,
Pampaneira, a puchero de
cascarones,
Mecina y El Golco, a ajo
quemao
Y Pórtugos, a potaje de
orejones.
Prueben de Yegen las gachas de
pimentón,
De Narila sus contundentes
hormigos,
Présules y jarugas del vecino
Albondón,
Zarzuela de pescao del Haza
del Trigo,
Y la “asaúra” con papas de
Alfornón.
De Mecina Tedel, papas aliñás,
De Yátor, traigo el cuajao,
De Albuñol, sardinas espichás,
De La Mamola, fritura de
pescao,
De Gualchos y Castell, las bogas escalás.
Llévense un lindo de Laroles,
De Júbar, degusten sus
talvinas,
De Bargís, cazuela de
caracoles,
Y, para las hambres
culebrinas,
De Capileira, un puchero de
coles.
¡Qué locura de papajotes de
Cherín,
De melosos borrachillos de
Turón,
De torta de aceite y choto al
colorín
Del ardiente y mayoyo
Torvizcón,
Y de Lobras, su fritaílla de
San Agustín!
Pescao en adobo, de Fregenite.
De Trevélez, jamón y guisote,
Perdiz en escabeche de
Nechite,
Zalamandroña, meloja y arrope
De los “güenos” de Rubite.
Disfruten con todo este sabor
Y compartan, que algo “quea”;
Riéguenlo con el amor
De un Poeta en Nueva York
De la Rambla de Huarea.
Humildes fogones de La
Alpujarra,
Sin oropeles, ni afeites, ni
carmín:
Pañuelo para las hambres del
pobre,
Delirio de los señoricos de
postín.
Humildes Fogones de La
Alpujarra,
Desde siempre, nuestras estrellas
Michelín.
miércoles, 31 de mayo de 2017
Texto base para la presentación a la prensa del III Certamen de Gastronomía Alpujarreña
Buenos días:
Quizás no hemos sido muy originales...
Hace ya tiempo que en España entera, de cocina, de gastronomía se habla mucho, pero en nuestra Asociación hemos considerado que debíamos hablar de la cocina Alpujarreña y lo estamos haciendo.
Recientemente, La Casa de la Alpujarra grabó, para el programa Canal Cocina de Canal Plus, la elaboración de una veintena de platos, que se repartieron en cuatro programas de relativo éxito, que se han repuesto en el mencionado canal, e incluso se han vendido a cadenas del extranjero. En todos ellos aparece la Alpujarra.
Hoy presentamos aquí el III Certamen Gastronómico de La Alpujarra (el 1º se celebró en Yegen, el 2º en Yátor), con el lema, “Sabores de la Alpujarra”. Perseguimos rescatar y mantener vivos nuestros sabores de siempre, buscando esa cocina tradicional; pero también esa nueva cocina, que es posible, innovando con los productos alpujarreños: la carne, el jamón, las almendras, la miel, los quesos, la frambuesa...
La Alpujarra es una tierra que quiere desarrollarse principalmente con el turismo. Para un turismo de calidad, hemos de tener en cuenta qué buscan los que nos visitan; en la Alpujarra nadie puede negar que vienen tras la tranquilidad, la naturaleza y la comida. Así pues, debemos ofrecer buenos rincones, buenos senderos, y buena comida, para que nuestra mejor publicidad sean los propios viajeros; dar ese paso que han dado ya otras regiones de España: pasar de hablar de comida, a hablar de gastronomía.
Ese es nuestro objetivo. Convencer a los empresarios -ya muchos lo saben-, que su mejor inversión es tratar bien al cliente. Y, hablando de cocina, esto lo debemos basar en nuestros productos, que son tan buenos como los de fuera, pero los tenemos a mano, más frescos. En este punto podríamos hablar de agricultura ecológica, tan de moda por toda Europa, y muy apoyada por los gobiernos locales.
Por supuesto que pretendemos, con las recetas de los platos del concurso, dentro de unos años hacer una publicación y dejar constancia de ese rico patrimonio gastronómico que poseemos, pero considero más relevante crear en los distintos pueblos, entre sus habitantes esa exigencia que nos hace ver que, si el sabor de un plato es lo más importante, también debemos cuidar otros aspectos como el aroma, la textura, el cuerpo o la presentación.
El día del Certamen ha de ser un día festivo en el pueblo en el que se desarrolla. Por ese motivo, este año conmemoremos el 100 Aniversario de la presencia de Lorca en La Alpujarra, homenajeando a este granadino universal con una lectura de poemas. Y como es tradición ya en cada certamen hemos preparado un programa interesante:
El grupo de teatro Jacaranda, nacido en el seno de la Asociación, representará una obra dramática breve, relacionada con la comida.
Una ruta turística guiada de Rubite.
Y, con la ayuda de la Mancomunidad de Municipios de la Costa, hemos incluido una ruta solidaria por los senderos de Rubite.
No queremos acabar sin agradecer los múltiples apoyos recibidos. Así, la Comisión de Gastronomía de esta Asociación desea dar las gracias a:
El Ayuntamiento de Rubite, a su Alcalde, que desde el primer momento ha estado a nuestra disposición, ayudándonos en todo lo que le hemos pedido).
A La Mancomunidad y a su Presidente, Sergio que siempre nos atendió de buen grado.
A todos los patrocinadores, cuyos logos se pueden ver en la cartelería:
Bodegas Cuatro Vientos
Jamones Juviles
Jamones Muñoz de Yegen
Jamones Vallejo de Trevélez
Miel de Granada de Lanjarón
Productos Venta del Chaleco de Murtas
Frutos Rojos de la Alpujarra
Aguas de Lanjarón
Academia Salvador
Unidad de estancia diurna Jacaranda de Granada
Sabor Granada
SAT Campos de Granada
Bar Ríos de Granada
Entorno Gráfico
Como digo, con la ayuda de todos, hemos podido preparar un día festivo, cultural, y seis lotes de productos alpujarreños, para los seis premios que hemos establecido. Estos premios se publicarán en las redes sociales mañana o pasado.
Hemos trabajado mucho, pero lo hemos hecho con gusto, y además hemos disfrutado haciéndolo, siempre por nuestra Alpujarra, que es, ante todo, nuestra pasión, nuestra razón de ser y el gran objetivo de nuestra Asociación.
Nuestra Alpujarra, ese es otro cambio que creo se está dando ahora, donde el sentimiento alpujarreño es comparable al local: a sentirnos de Cádiar, de Rubite o de otro cualquier pueblo. Eso se consigue cuando trabajamos juntos.
Muchas gracias.
Texto para la presentación de los pasos con motivo del III Certamen de Gastronomía
El año pasado comenzábamos con palabras de Cervantes: “Aquí te entrego dos fanegas de risa” utilizadas en la presentación del Quijote. Hoy las retomamos para invitaros a reír, a pasar un rato agradable.
En el marco de los actos programados para este día de convivencia alpujarreña vamos a representar a continuación dos pasos de Lope de Rueda, autor teatral del siglo XVI y uno de los primeros actores profesionales españoles.
El paso es una pieza breve de carácter cómico, precursora de lo que sería más adelante el entremés y el sainete, que se empezó a representar en el entreacto de obras más importantes con el fin de entretener al público y que no abandonase la sala hasta que no finalizara la representación.
El primero de ellos es La tierra de Jauja. Jauja es un topónimo de origen árabe que significa 'pasillo', y nosotros podemos añadir pasillo 'a la fantasía'. Existen variadas referencias tanto en literatura como en pintura a una tierra fantástica llamada Jauja donde ocurren hechos extraordinarios y prodigiosos que acercan a los protagonistas de la historia narrada, generalmente pobres, a un paraíso de bienestar terrenal donde se vive regaladamente sin hacer ningún esfuerzo. También los desheredados de la tierra tienen derecho a soñar y a creer que existe un lugar donde calmar el hambre y vivir sin trabajar.
A continuación representaremos Las aceitunas, cuya trama gira en torno al campo, un tema tan de nuestra tierra. De nuevo el sueño y la fantasía se colocan en primer plano, de tal manera que se confunden con la propia realidad. Con un fondo similar al cuento de la lechera, los protagonistas fantasean con enriquecerse fácilmente como si lo estuvieran viviendo en el momento presente y con ello generan un conflicto que sufre una inocente. Finalmente, la cordura entra por la puerta para poner fin a este enredo.
Nuestro deseo es que lo disfruten, pues lo hemos preparado con mucho cariño y pensando en todos ustedes, nuestro querido público.
Les rogamos que guarden silencio durante la representación y que apaguen sus teléfonos móviles. Muchas gracias.
Texto de Julia Rodríguez y Pepe Álvarez.
viernes, 26 de mayo de 2017
Bailando con lobos
Germán Acosta Estévéz
Después de la comida y al regresar a clase, en aquellas
tardes de monotonía tras los cristales, la señorita Cristina solía propiciar
que se echase una cabezadita en el aula o leer a su parvulario algunos cuentos
tradicionales y de sobra conocidos. La gran mayoría de ellos seguían un mismo
patrón de desarrollo, pues comenzaban con una ruptura del orden establecido,
continuaban con una serie de peripecias del protagonista y los personajes
coadyuvantes, para finalizar con la restauración de la situación inicial.
Muchos de esos pequeños relatos tenían como centro de atención a un lobo, cuyas
andanzas eran contadas por la maestra con un arte declamatorio rotundo que hacía
que mis compañeros escuchasen con los ojos abiertos como platos; a mí, por el
contrario, me entraba aún más somnolencia, quizás porque siempre sentí cierta
simpatía por los antihéroes o personajes desastrosos de los cuentos, tal vez
porque no entendía la crueldad de que la solución fuese el llenarle la panza al
bichejo de piedras, para luego coserlo y lanzarlo al río para que se ahogase. Años
más tarde, me enteraría de que el relato de aquellos cuentos infantiles
perseguía una finalidad pedagógica, inculcando valores como la superación, el
esfuerzo o la solidaridad.
Poco tiempo después, un naturalista, que nos interpelaba a
través de la televisión única como amigos
del planeta azul, se esforzaba en acercarnos al mundo y hábitat de estos
cánidos, e intentaba desmitificar la mala prensa que pesaba sobre dicho animal
desde el principio de los tiempos; ni te puedes imaginar-querido lector-cuál
fue mi sorpresa cuando, años después, un tal Paco Ibáñez cantaba aquello de “había
una vez un lobito bueno, al que maltrataban todos los corderos…”.
En fin, la presencia de lobos en tierras alpujarreñas está
documentada desde muy antiguo e incluso el nombre ha pervivido a lo largo del
tiempo en algunas manifestaciones de la toponimia local. Algunos clérigos
estremecieron al escuchar sus aullidos en los contornos de la Sierra de Lújar
allá por los siglos XVI y XVII, teniendo que guarecerse en las cuevas que
servían de aprisco a los ganados para pasar la noche. A mediados del XIX, la
administración provincial suministraba a los consistorios locales bolas de nuez
vómica para acabar con estos perros salvajes; lo mismo que se hacía en la
capital con aquellos chuchos que deambulaban sin rumbo por la ciudad, pero en
este caso, el veneno se suministraba oculto en un trozo de la sangre del cerdo
embutida, de ahí que los naturales acuñasen la tan castiza expresión de “que le
den morcilla”.
Avanzado este mismo siglo, tenemos conocimiento de que, a comienzos
de noviembre de 1892, una manada de lobos que merodeaba por las inmediaciones
de Soportújar castigando a los rebaños de ovejas, entró en un corral y se
ventiló a dos cerdos de un plumazo. El alcalde, de inmediato, organizó una
batida, pero sin éxito. Cuatro años más tarde, por marzo, en el vecino pueblo
de Cáñar los lobos saltan la tapia del corral de Rogelia Martínez y matan a 36
ovejas, mordiendo a otras 56. En su camino de regreso hacia la sierra,
sorprendieron al maestro del pueblo que se había levantado de madrugada para
dar el puesto de alba, al cual
cercaron y salvó su vida al encaramarse a lo alto de un gran roble. Peor suerte
corrió su perdiz para el reclamo.
Más curioso fue el caso que acaeció a Francisco Domínguez
Correa y a su criado en el Cortijo de La Laguna, también en el término de
Soportújar, pues habiéndose sentado al rincón para desentumecerse y dejando la
puerta del habitáculo abierta para no sucumbir al humo, un lobo penetró
tranquilamente en la estancia y se llevó a cuestas, tan campante, las viandas que
guardaban en las alforjas. La prensa de la capital de España se hizo eco del
suceso y, en tono de sorna, aprovecharon para atizar a los andaluces por su
querencia a lo exagerado, aunque los hechos sucedieran tal cual.
Tal vez estos hechos eran conocidos por H. R. de la Peña,
como conocía, a la perfección, la geografía de esta parte de La Alpujarra, a
tenor de lo que se refleja en el cuento titulado Lobos en el camino, y que transcribimos íntegramente a
continuación. Un cuento, sin duda, de filiación neorromántica tardía, también
con lobos como actantes del mismo y con un final marcado por el fatum, como no podría ser de otra manera,
que vio la luz el 16 de marzo de 1929:
Las
gotas se aplastaban sobre las latas de los chamizos. Terca, contumaz,
aparatosa, la tormenta pasaba por el pueblo alpujarreño como jabalí irritado
por una jauría de perros. Las casuchas bajas, pegadas como lapas al terruño,
parecían encogerse más aún aplastadas por la acuosa cortina. Una tregua corta,
y otra vez el redoble temeroso de los goterones.
¿Caía
el agua del cielo o subía de la tierra? La araña negra de una nube había cogido
con sus hilos el puñado de casas, y de vez en cuando tiraba desde arriba la
encendida cuchilla de una exhalación.
Era
una pelea ardorosa y magnífica. El lugarejo se aferraba a la tierra hincando en
ella las raíces centenarias, y el vendaval, con su estrépito, quería raer y arrancar
de cuajo el caserío. Las viejas comadres rezaban para desviar el peligro, y los
chiquillos hundían sus cabezas,
medrosicos, en las faldas maternas.
Los
riachuelos y riberas de pobre caudal y plácida canturria en los días veraniegos,
iban ahora henchidos, soberbios y ruidosos. Habían perdido su modestia peculiar,
ensoberbecidos por los ajenos aportes. Como algunas vidas...
La
lumbre de los relámpagos convertía en plata las torrenteras, ventisqueros y pegujales.
Los arbolillos de los huertos, entecos y mondos, ofrecían al sacrificio las
ramas más débiles, y los guijos lavados y pulidos de la calle brillaban en la oscuridad
como arracadas en lóbulos de mocita.
Se
abrió la portezuela de un chamizo. Ardía en el lar un puñado de cepas. El fuego
hogareño, al alumbrar la calle, descubrió el raudal del agua, que apretó ahora
con más encono en su furia; y en el vano de la puerta apareció la silueta
apretada y maciza de un chicarrón. Era Joseíco, mozuelo ardido, de viril
empaque, fuerte como un macizo de La
Alpujarra, y valiente como una alimaña serraniega.
Gañán y arriero, mozo de temple y tronío, igual guiaba una recua de machos
cargados de zumo de las viñas alpujarreñas, que cogía la mancera, donde ayuntaba
dos viejos percherones, para abrir hileras de surcos en los duros repechos de
la Loma del Aire.
–¡Condenao, entra!—gimió una vejezuela tirando de la
chaquetilla al mozo.
Joseíco
no se inmutó. Miró con displicencia al cielo, y puso por todo comentario un encogimiento
de hombros.
–Hijo,
¿estás loco?
–Na,
madre; esto no es na—repitió, convencido de su alegato—. Una nubecica que viene
del lao
de Albuñol...
Una
llamarada alumbró el caserío. La vieja, asustada, se llevó la mano a los ojos. Y
de espaldas a la calle rezó, atropellando las palabras, un padrenuestro. Luego puso
su corpezuelo, encorvado, como feble muralla frente al joven, y exclamó
enérgica:
–¡Esta noche no vas al cortijo!
Joseíco
pasó suavemente la mano por las greñas encenizadas de su madre y la apartó como
una brizna, riéndose de buena gana hasta enseñar sus fuertes quijadas:
–¡Abuelica!
La
buena mujer andaba de un lado para otro haciendo aspavientos y poniendo por testigos
de la locura de su hijo a todos los santos. El joven, en tanto, se había echado
sobre los hombros una anguarina, apretó entre sus dedos un candilejo de lata y
requirió un grueso palo de fresno. Otra risotada para la vieja, y salió.
¿Qué
importan las nubes y las amenazas del cielo cuando en el paisaje interno retoza
la alegría? A Joseíco le caía el agua a hilo por el sombrero; se chapuzaba en el
lodo, y las agujas del vendaval lo hacían cerrar los ojos; pero el zagalón iba
tan campechano y jirocho como si atravesara la sierra en un día primaveral. Ya
se veía en el Cortijo del Águila, junto a su novia, parlando esas divertidas menudencias
de todos los amoríos. Angustias era rubia como hilo de mazorca, de ojos claros,
brava cadera y fuertes pantorrillas cortadas por el rojo filo del zagalejo. El busto
crecido hacía estallar la blanca cinta del corpiño. Era lagotera y zaína, y
sabía entornar los ojuelos cuando el galán susurraba en su oído una terneza. Alguna
que otra vez la maledicencia alpujarreña—que
en todas partes hay gentes enredadoras y con ganas de hurgar en las ajenas vidas—tachó a Angustias de casquivana
y amiga de pláticas a deshora con los mozos de camino o de gañanía. Verdad o no,
es lo cierto que desde que aceptó la conversación de Joseíco, no se la había visto hacer un
melindre a ninguno de sus rondadores.
¡Qué
cara pondría Angustica cuando viera al mozo entrar rezumando agua como aljofifa!
¡Cómo sonreiría la moza al ver la hazaña de Joseíco en noche tan destemplada y tenebrosa!
Porque el cortijo estaba a una legua del pueblo y había que atravesar
pasos peligrosos...
Ya
pisaba Joseíco la linde de la Loma del cuervo cuando notó frente a él un
obstáculo. Apretó el fresno y se echó el sombrero hacia la coronilla. La
brillante brasa de dos pupilas iban delante de él cortándole el camino. Un
salto, y se perdían en el matorral, para volver otra vez a brillar, como luz
aciaga, frente al mozo. Joseíco apretó la quijada, dispuesto a limpiar el paso de
alimañas. Los lobos habían bajado, hambrientos, al camino. Ahora eran seis lucecitas
las que saltaban frente al viajero. El muchacho se irguió petulante, y hasta se
alegró de aquella aventura, que sería
para él motivo de orgullo. ¡Ni toda el agua del cielo, ni los peligros de la
tierra, ni las ferocidades de las fieras le harían retroceder! ¡Aunque estuviera
lleno de diablos el camino! ¡Por nada ni por nadie dejaría el mozuelo de ver a
su Angustias!
Las
fieras iban acortando la distancia. Apretaban el cerco. Joseíco hizo girar el
palo a manera de hélice. Ardía su pecho con ganas de pelea. El grueso fresno
dio en la cabeza de una alimaña. Sonaron los huesos como rebanada de pan frito
entre los dientes. El aire se cargó de rabia y de rugidos. Otro golpe que sonó
igual que puñetazo en un odre. Joseíco, con sus borceguíes pegados a la tierra,
rojo por la faena y ceñudo, adelantó el pecho, retando al bloque espeso de las
sombras. A los pies del gañán ardía el farolillo como ofrenda al valor simbolizado
en el bravo alpujarreño. Las fieras se hundieron en el matorral, y Joseíco avanzó
ahora por el camino, abierto por su
esfuerzo y coraje, como un rey entre sus soldados.
Al
llegar a la cortijada, Joseíco, en vez de entrar escotero y jaque por el ancho zaguán, quiso ver antes por el postiguillo del secadero
a la moza. En las noches de invernada, Angustias y su madre se metían en este cuartejo que
daba al camino, y después del yantar nocherniego se dedicaban a la tarea de limpiar las esportillas
de higos y almendras, gloria de La Alpujarra.
El mozo fisgaba por la ranura de la ventanilla, y para asustarlas daba un porrazo.
¡Y aquella noche que su novia tal vez no lo esperara!..
Mató
Joseíco la luz del candilejo y pegó los ojos
a la ventana. Casi cae a tierra. Lívido, tembloroso, con las manos crispadas, volvió
a mirar. Rugió ahora el mozuelo como antes el
lobo. ¡Angustias estaba abrazada a Rosendo, un mozo de Fregenite! La impúdica
mozuela tenía su cabeza echada sobre el hombro
del joven, que le pasaba su mano por la seda rubia del pelo.
Levantó
los puños, como mazas, para romper el postigo. Sus dedos se hicieron garabatos de
hierro, y sus cejas, ásperas como alambres, cayeron sobre sus ojos, tapándolos.
Ardía como retama. Pegaría fuego al cortijo para purificarlo. Era necesario que
pagaran su culpa. Pensó planes diabólicos. Pero el golpe había sido tan fuerte,
que Joseíco, como si estuviera cogido por la roja tenaza de una pesadilla, no pudo
dar un paso. Cayó el palo de su mano, y sus
brazos laxos, flojos, quedaron tendidos a lo largo del cuerpo. Aquella naturaleza
espontánea, fuerte y viril del chicarrón, que no tembló ante ningún peligro de hombres
o de fieras, sufrió un zaratán, un ahogo tan violento, que estalló en sollozos,
aumentando con los chorros de sus ojos el agua llovediza.
Y
como un cuerpo sin alma, igual que una sombra desvaída, el muchacho volvió a desandar
el camino. Era ahora un pobre guiñapo humano. La desgracia había embotado sus sentidos,
paralizado sus brazos y destrozado su conciencia. Se caía en las encrucijadas, ebrio,
vacilante...Volvió a desandar la trocha. Le era igual este o el otro camino. De
nuevo salieron los lobos al camino. Habían olfateado la presa. Y las seis
pupilas, brillantes como ascuas, terribles
y amenazadoras, volvieron a cercarlo.
Ahora
el muchacho no se defendió. Los colmillos de las alimañas se hincaron en la
carne joven y caliente, y Joseíco fue destrozado por las fieras.
Cayó
sin defenderse. Los lobos no habían hecho más que rematar una dolorosa agonía. El
gañán había perdido la ilusión, el ideal, que da coraje y brío y levanta a los
hombres a las más sublimes empresas. Sin la llama poderosa de un ensueño, de un
amor o de una quimera, ¿para qué vivir? Es mejor entregarse como una inútil piltrafa
a los colmillos de los lobos.
Quizás lo más reseñable sea el lenguaje descriptivo que le
hacen a al lector imaginar esos ojos como el cordobán de Angustias, esos dos
luceros o carbones encendíos, esos lobos traicioneros que, según la retórica de
Rafael de León, salieron al camino de Joseíco en tan aciaga noche. Poca
pedagogía y nula positividad en este cuento.
Ahora que uno va peinando canas y los recuerdos de la
infancia parecen revelarse más nítidos que los presentes, puestos a escoger, me
quedo con la historia llena de épica y poesía protagonizada por John. Dunbar y Calcetines en aquellas praderas
fronterizas americanas del salvaje Oeste, un canto a la amistad, a la
integración, al respeto por la cultura diferente, porque esta noche me pide el
cuerpo seguir bailando con lobos.
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