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jueves, 6 de abril de 2017

SEMBLANTE DE UN CURIOSO OBISPO ALPUJARREÑO

GERMÁN ACOSTA ESTÉVEZ


Mañana, Viernes de Dolores, abandonamos definitivamente la permisividad de las carnestolendas y, tras las cenizas de estos días sobre las frentes de los fieles católicos, damos paso al antruejo o cuaresma con sus oficios religiosos, el olor de azahar que se confunde con el incienso de las cofradías y sus procesiones. Y, para enjugar las emociones provocadas por los pasos y reponer esas sales minerales perdidas tan necesarias para nuestra existencia, una buena ración de abstinencia a base de buñuelos, pestiños, roscos y otras fruslerías. ¿Qué dirían los antiguos si levantaran la cabeza? ¿Qué dirían aquellos varones alpujarreños uncidos de obispos? Posiblemente se echarían las manos a la cabeza y clamarían al cielo, e incluso alguno de ellos amenazaría con la excomunión. Pero no se trata de eso hoy: déjenme que les haga un pequeño recorrido por la vida de uno de los cuatro prelados nacidos bajo el techo de nuestra madre tierra.
    
Nació el 24 de Septiembre de 1799 en el pueblecito de mi amigo Manuel, Jorairátar, ese pueblo del que Pedro Antonio de Alarcón dijera que “…está metido en los mismísimos infiernos. Allí se arremolinan, antes de espirar al pie de Sierra Nevada, las últimas estribaciones de La Contraviesa y del Cerrajón de Murtas, formando una especie de reducto de agrias y rotas peñas, cuyo aspecto tiene algo de terremoto en acción. Hondas grietas, negros tajos, quebrantados riscos, desgajados peñones, todo se ve allí confundido, dislocado, acumulado, superpuesto, como en una derruida obra de titanes.- ¡Nada más terrible y majestuoso!”.  

Hijo de labradores, ingresó en el Seminario de Granada y, como quiera que el hambre aprieta y agudiza el ingenio, parece ser que el muchacho resultó ser muy aplicado, recibiendo el título de Bachiller y Maestro de Artes en abril de 1820, para recibir el grado de Doctor en el mes de noviembre por nuestra vieja Universidad; también en Granada fue ordenado sacerdote en 1824. Al año siguiente lo hallamos ejerciendo su doctorado como enseñante de Teología en el Seminario y en la Universidad.
Fue curiosamente párroco de San Gabriel en Loja durante 37 años. En 1837 llegó a ser Magistral del Cabildo de Córdoba y, como al parecer, le iba la marcha de la política, se presentó y salió elegido Diputado Provincial de Loja y su partido, calmando con buen talante la incipiente subversión de Motril, siendo despojado de este cargo en1840 por la Junta Revolucionaria de Granada, aunque repuesto en 1844.  Y es que, a los alpujarreños, el politiqueo nos “gusta más que a un tonto una “volaera”: así, arreglamos los males del país con cuatro golpes de puño sobre la barra de una taberna, o sacamos la inquina y mala baba contra el que piensa diferente en el anonimato del whatsapp u otras redes sociales, rememorando continua y tristemente aquellas dos Españas que afligieran tanto a D. Antonio Machado.
Menos mal que, al año siguiente, Isabel II nombraría predicador de Su Majestad al murteño D. Tomás Roda, pues siendo como era, a D. Esteban le hubieran llevado los demonios escuchar las confesiones de la ligereza de cascos de la que hablaba Valle-Inclán sobre aquella soberana que regentaba La corte de los milagros.
En 1847 lo nombran predicador de la Capilla Real, en 1850 canónigo de la Catedral de Toledo y en 1857 arcediano de la Catedral de Granada, pasando a desempeñar el cargo de deán en 1860. En 1865 fue reconocido como Caballero Comendador de las Órdenes de Carlos III y de Isabel la Católica y ese mismo año es designado como Obispo de la Diócesis de Coria-Cáceres. En 1868 es nombrado obispo de Málaga por el papa Pío IX, y el 23 de febrero de 1869, hizo su entrada en dicha capital.
Llegó a Málaga en tiempos difíciles, pues el país entero sufría una profunda catarsis política: la influencia de la masonería, las dificultades económicas, los motines callejeros, las nuevas tendencias políticas y el nuevo rol que se le asignaba a la Iglesia en el nuevo texto constitucional. Tanto progresismo y libertinaje no podían ser buenos para D. Esteban. Por ello, sin poder aguantarse lo que se cocía en sus adentros, a finales de Marzo de 1869, aprovechando que el Guadalfeo pasa por Órgiva y su amistad con el también jorairateño Ricardo Martínez Pérez, Diputado por Motril en las constituyentes de ese año, envía un documento a las Cortes Generales en defensa de la unidad de fe, donde se discutía un proyecto de Constitución Española en el que figuraba la libertad religiosa. Lo que preocupaba a Su Excelencia Reverendísima era que las nuevas Cortes garantizasen el ejercicio público o privado de cualquier otro culto, no sólo a todos los extranjeros residentes en España, sino también a nuestros conciudadanos, como así terminó sucediendo. También temía D. Esteban que el Estado no se hiciese cargo de la manutención de las iglesias y su personal, aunque al final se acordase que la Nación se obligaba a mantener el culto y los ministros de la religión católica. Sin embargo, el obispo Esteban, gracias a ese talante y gracejo tan de nuestra tierra, supo moverse bien y granjearse las simpatías de partidos políticos y ciudadanos.
Ese mismo año rinde visita a su pueblo natal para honrar los restos de sus padres que estaban enterrados allí y realiza en la iglesia parroquial y en su ermita varias exequias por su eterno descanso. Tal vez allí pidiera también por el alma de los mártires de su pueblo: el beneficiado  Francisco de Navarrete, el sacristán Jerónimo Martínez y todas aquellas mujeres cristianoviejas degolladas el segundo día de Pascua de aquella Navidad de sangre de 1568 durante la rebelión de los moriscos.
 En 1869 también asiste en Roma al Concilio Vaticano I, donde destacó por su elocuencia y profundidad de discurso -parece ser que, del agua de esa hermosa fuente de ocho caños que tenéis en el pueblo, os viene a los de Jorairátar esa labia que Dios os ha dado-, provocando la admiración del mismo Papa quien le nombró, en 1870, Prelado Doméstico de Su Santidad. A su regreso, luchó denodadamente por exponer la doctrina católica con sus pastorales, destacando la defensa del sacramento del matrimonio, la advertencia de los brotes de protestantismo y sectas llegadas de Gibraltar, y, sobre todo, combatiendo enérgicamente a la masonería.
Proclamada el 11 de Febrero de 1873 la primera República Española, estallan en muchos lugares de España, incluido Málaga, levantamientos, motines y desórdenes públicos de todo tipo. El obispo, haciendo gala de esa tozudez tan propia nuestra, en todo momento se mantuvo firme, aunque intentaron echarlo a la fuerza del palacio episcopal para dedicarlo a escuelas; la Junta Revolucionaria llega incluso a proponer, en junio de ese año, la demolición de los Conventos del Císter, de Capuchinos y el del Ángel. Tampoco aceptó el prelado jorairateño de buen grado que el proyecto de la Constitución de la República Democrática Federal Española de 1873 hurgase tanto en lo referente a la participación de la Iglesia enseñanza del país. Pese a tan convulsa situación en su diócesis, en el mes de julio decide de nuevo girar visita a sus paisanos de Jorairátar y descansar unos días de tanta agitación.
En el 16 de Enero de 1874 fue preconizado Arzobispo de Tarragona, pero él, por motivos de salud, solicitó del Papa su reposición como Obispo de Málaga. Aunque se intentó por tres veces sustituirlo (una con Fray Gabriel González y Díaz de Muñón en 1874, dominico, obispo electo, pero al no aceptarlo Fray Gabriel, se le traslada a Córdoba), pero el alpujarreño se repuso de su salud en Loja y regresó a Málaga donde, para remediar la miseria reinante, erigió el Centro de San Carlos y Santa María Magdalena para dar enseñanza gratuita a más de 300 niñas; creó un asilo para huérfanos en Antequera,  fomentó el Seminario que llegó a tener más de 100 alumnos, y aprobó la fundación de la “Congregación Religiosa de las Hermanas Mercedarias de la Caridad”.
Seguramente que no comulgaría nuestro obispo con el Ayuntamiento de Jorairátar y la deuda de quince meses de paga que mantenía con sus maestros en 1875 y que ponía en riesgo su subsistencia;  menos aún con las lamentables declaraciones que hizo un periodista de la época: "Háganse toreros, que es buen oficio, y podrán no sólo comer y andar holgados, sino celebrar banquetes con duques y marqueses”.
Falleció repentinamente el 27 de Octubre de 1878 y fue sepultado en la Catedral de Málaga. Afortunadamente murió unos años antes de que su paisano y amigo Narciso Roda, el que fuese Diputado Provincial y falleciese por las puñaladas que le dio un demente al que tenía alquilado su molino harinero. Tampoco le dio tiempo a escuchar aquella surrealista historia protagonizada unos años más tarde por una vecina del lugar apodada “la Berenjena”, quien anduvo buscando gente, como a jornal, para que la acompañasen a cierto pago del municipio y le ayudasen a pronunciar ciertos conjuros e invocaciones que le había revelado un venerable anciano que se le había aparecido. Con dichos conjuros hechos en la media noche y con luna llena, esperaba la buena mujer que dos guardianes negros le señalasen el lugar exacto donde se encontraban unas tinajas llenas de zequíes que allí guardara una “Dama Blanca” en tiempos de la Rebelión.
Sin duda, su testamento constituye un documento de primer orden en el que, amén de otras cosas, resalta la generosidad para con los necesitados y obras pías a quienes lega unas cantidades considerables de su nada despreciable pegujar. Así, deja:
-1.000 misas rezada por su alma a 10 reales cada una, a repartir entre canónigos y beneficiados de la catedral malagueña.
-Otras 900 a 8 reales, a repartir entre todas las parroquias de la ciudad.
-Manda que, el día de su funeral, se repartan 100 limosnas de 20 reales cada una a las viudas pobres y naturales de Málaga; otras 100 limosnas de 20 reales para los huérfanos pobres.
-También ordena que se repartan 4.000 reales en limosnas de a 4 a los pobres más necesitados de la ciudad.
-Deja 1.000 reales a cada una de las nueve comunidades religiosas  de dicha capital y 500 reales a cada una de las trece que existen en el resto de la diócesis.
-5.000 reales a las Hermanitas de los Pobres.
-30.000 reales al Asilo de los Niños Pobres de San Bartolomé.
-1.000 reales a la Comunidad de Capuchinos de Granada y otros 1.000 al Convento de Santa Paula de dicha ciudad.
10.000 reales para repartir entre los pobres de Jorairátar, 4.000 para los pobres de Loja y 30.000 para la reparación de la iglesia de Jorairátar y finalización de su pila bautismal.
Salvo error de suma o pluma, la nada despreciable cantidad de 121.700 reales del ala o 34.425 de las pesetas de entonces. Todo un personaje tu paisano, Manuel. No tendréis queja de cómo se portó con el pueblo.
Amenazo con dar un wikipediazo sobre Jorairátar, pero eso será otro día, que hoy es tiempo de recogimiento y sólo quería desearles unas felices y merecidas vacaciones, deo gratias.                                   






viernes, 10 de marzo de 2017

LA ALLOZA, BOCATTO DI CARDINALE

Germán Acosta Estévez

 



No. No es un nombre ni un fruto más. La pepita, que diría un castizo capitalino de Rubite, es un fruto muy calioso; más aún, es una seña de identidad de este rincón alpujarreño.
Los que frisamos ya cierta edad, recordamos cómo, por marzo, en los bolsillos de nuestros esmirriados calzones, nunca faltaba un puñado de sal guardado, de forma cuidadosa y secreta, en un trocillo de aquel papel de estraza en el que envolvían los alimentos a nuestras madres en la tienda del pueblo. La mezcla de sal con la almendra verde y tierna era el snack más delicioso y asequible de aquellos tiempos.  
De camino a la escuela, los almendros de Los Sifones, los de La Haza de la Era o aquellos de los alrededores de la Cruz se poblaban, de repente, con un auténtico enjambre de rapaces en busca del preciado tesoro compuesto por un simple puñado de allozas. Después de las horas lectivas, tras imitar un rato a los monos pasándonos de un ailanto a otro (llamado también árbol de los dioses o árbol del cielo) en el patio de la escuela o de jugar a la banda o a borrego y, asegurados de que no había “moros en la costa”, dábamos otro rebezo a la alloza.  Y eso que Antonio “el Encargao” ponía todo su celo en evitar nuestros asaltos: algunos tirones de orejas, alguna amenaza de decírselo a nuestros padres, alguna que otra multa cayó; también alguna capuana, jerpa o mojicón al llegar a casa…Daba igual. Éramos tan cansinos y tan inconscientes que, al día siguiente, volvíamos a insistir en tan placentero delito o simplemente las cogíamos para surtir de munición a nuestro letal tirachinas.
Había auténticos profesionales en dejar pelados los “fardales” de los almendros: los de la Haza Llana eran unos “atélites” en este cometido; los garranchines del Barrio de Allá, avezados especialistas en la materia.
Esas allozas eran el sustento básico del pueblo desde que las viñas se fueron abandonando. Ya a mediados del verano, la niebla agostiza pintaba de otro color los bodoques bordados sobre el mantel de la fronda de los almendros. Era tiempo de aforar: en algunos pagos había un frutazo, en otros tan sólo un pintorreo. Poco después los campos se llenarían de vida: numerosas cuadrillas inundaban las parcelas con los ecos de sus risas, sus bromas y sus chascarrillos. Tan sólo un poco de sosiego cuando el manijero decía de parar un rato para beber agua, “echar una punta” o “jumarse un pírfano”.
-“A dos manos, que con una sola, amargan”-decían los más viejos...Y eran sacos y sacos de hilo de pita o de yute, auténticos talegones que hacían bufar a las bestias de carga al afrontar las empinadas cuestas que salpican los caminos y veredas de Rubite. Terminado el “roal”, había que pregonarlo a grito pelado y “echar los cigarrones” a los que todavía les quedaba faena por los alrededores.
Por otra parte, para las madres que tenían varios miembros en el tajo era un auténtico quebradero de cabeza el articular las comidas: unos se tenían que ir habiaos, a otros dejárselas preparadas para cuando los muleros llegaran al pueblo con las cargas, y a otros había que llevarles la comida al último confín, “pasando las abelicas” al ir cargadas con varios cenachos o cestas de mimbre por aquellas insufribles cuestas: migas, pimientos fritos, fritaílla, algún que otro puchero o tortilla para el almuerzo; fiambre, una latilla de atún, jamón de forma excepcional, mina (eso de paté o foie-gras sonaba tan refinado y extraño) para el desayuno y, en los últimos tiempos, algún batido de sabores, de vez en cuando, para la merienda. La vuelta a casa la aprovechaban nuestras madres para empaquetarse un hacecillo de leña con un ramal con tarabita de madera.
Esa lluvia de jornales, que eran inferiores en cuantía económica para las mujeres, propiciaba un ambiente animado en los bares y en los bailes domingueros; la puerta del Casino era un INEM o SAE improvisado donde la gente aguardaba la llamada de algún patrón para los próximos días.
Después de “dar de mano” o de haber apurado ya una finca, la rebusca era una tarea básica, sobre todo para los más jóvenes, pues un buen copo de almendras “pelaícas” garantizaba un atuendo y unos zapatos en condiciones para la Función en octubre, así como también un dinerillo extra para convidarse con los amigos de la pandilla o las novietas. Algunos metían la mano directamente en el saco aprovechando cualquier despiste del encargado de la cuadrilla o capataz de turno y ganaban el jornal en un instante. Para esta labor se llevaban bien dobladas en el bolsillo o bien una talega de tela, o bien una bolsa de “tu-tú”, ese detergente en polvo de entonces que utilizaban las mujeres para lavar la ropa en el Barranco del Ferrer y que después blanqueaba tendida en las enhiestas junqueras o en las espinosas esparragueras del entorno.
La labor de la partidura era realizada por las mujeres de la casa en colaboración con otras del núcleo familiar o de aquellas vecinas serviciales e impagables que se tenían entonces; escoger la pipa concentraba a gran parte de la familia en torno de una mesa, a la que de vez en cuando se sumaba el pretendiente de alguna de las jóvenes que había acudido al evento (una colaboración interesada, pero bienvenida). Los cascos o trozos partidos de almendra, que no tenían buena venta, se tostaban y se metían dentro de un higo seco para comerlo con fruición (un manjar humilde, pero que no desentonaría en eso que ahora llaman alta cocina) o para hacer garrapiñá, pan de higo, o para el “majao” de la salsa del choto o de los caracoles, o que encontramos en tantos y tantos postres y platos que salen de los fogones alpujarreños para servirse en sus mesas: ¿alguien da más?
Un buen escandallo era señal de unas Pascuas en condiciones: desde la Purísima hasta Reyes habría diversión en la calle y en las tabernas: en estas, era habitual que el común, como parte de su divertimento, jugase a los prohibidos , o dicho de otra manera, “echarse un punto al monte”: una apuesta “a salto seco” al caballo que había venido “en puertas” desataba la locura en el personal que, de inmediato y al unísono,  prorrumpía en canticios muy sonoros, pero poco melódicos, mientras se arremolinaba bruscamente sobre la mesa para cobrar su premio, lo cual precipitaba al croupier encargado de tallar los naipes que, con voz enérgica y apitonada, pronunciaba las consabidas palabras: “¡ no me toquen posturas!”.
Enero y febrero volverían a obrar el milagro otro año más en esa especie de Jerte que es aquel rincón alpujarreño de La Contraviesa para auténtico disfrute de los sentidos: el blanco y el rosáceo intenso formarán de nuevo una postal de ensueño; unas semanas más tarde, con la brisa sostenida o un poniente más recio, se podrá contemplar el espectáculo de ver a los almendros derramar un mar de lágrimas blancas.
Marzo está aquí de nuevo y, de forma instintiva, me tiento el bolsillo. Ya no hay escuela, y los pocos niños que quedan llevan en el bolsillo un móvil (al que miran una y otra vez como si les fuera la vida en él) en lugar de sal para el tan preciado banquete de las allozas.
Perdonadme, pero creo que me quedé traspuesto con este tibio sol poniente debajo del renombrado y frondoso albaricoquero del patio de mi antigua escuela y estaba soñado con el ayer.

jueves, 9 de marzo de 2017

Patria de Fernando Aramburu



Impresionante testimonio de la vida -si es que eso es vida-, en un pueblo de Euskadi de profundo abertzalismo en los alrededores de Donosti. Muchas situaciones de las que aquí se cuentan las hemos vivido los que hemos estado cerca del País Vasco o convivido con vascos, o de alguna manera hemos sentido en nuestra proximidad las acciones de la banda terrorista. 

Patria tiene la virtud de ser algo más que una historia; es más que una novela. Son ciento ventitres artículos/capítulos que, como en “Rayuela” podríamos ordenar de diferente manera y el resultado sería el mismo. Es un encuentro con el dolor, la injusticia, el engaño, la traición, la amistad, la convicción, el perdón, el destino... Sobretodo es ese miedo a que te señalen, y ese “stasiano” dedo insinúe que no eres de la tribú. Es ese sentir y ese mirar con los ojos tapados por ese miedo que, por el adoctrinamiento, la deformación de la historia y la crecencia de una superirioridad moral, te lleva a la convicción que quien no sea de los nuestros resulta insalvable; y que para ser de los nuestros, no basta con haber nacido aquí, ni ser honrado, ni trabajador, ni pagar impuestos, ni dar trabajo y enriquecer tu tierra, ni siquiera acaparar todas esas cualidades juntas.

Patria es una acertada reflexión sobre la contingencia de la condición humana en situaciones extremas. Porque Patria en realidad no es una historia circunscrita a unos hechos y un territorio, ETA y el País Vasco; Patria es la parte de nosotros de la que no nos podemos desprender. Individualmente, no todos reaccionamos de igual forma, pero en esas situaciones de hostigamiento social irremediablemente siempre aparecen los demonios. 

Una gran novela sobre una terrible realidad. Un trozo de historia. La triste "PATRIA" de Fernando Aramburu.

No dudo que es este uno de esos libros que lees y lo recuerdas toda la vida. Muy fácil de leer, logrando captar nuestra atención de tal manera que no quieres parar.

Después de este libro. ¿Qué leo ahora?


Sinopsis que presenta la editorial en la contraportada:

“El día en que ETA anuncia el abandono de las armas, Bittori se dirige al cementerio para contarle a la tumba de su marido el Txato, asesinado por los terroristas, que ha decidido volver a la casa donde vivieron. ¿Podrá convivir con quienes la acosaron antes y después del atentado que trastocó su vida y la de su familia? ¿Podrá saber quién fue el encapuchado que un día lluvioso mató a su marido, cuando volvía de su empresa de transportes? Por más que llegue a escondidas, la presencia de Bittori alterará la falsa tranquilidad del pueblo, sobre todo de su vecina Miren, amiga íntima en otro tiempo, y madre de Joxe Mari, un terrorista encarcelado y sospechoso de los peores temores de Bittori. ¿Qué pasó entre esas dos mujeres? ¿Qué ha envenenado la vida de sus hijos y sus maridos tan unidos en el pasado? Con sus desgarros disimulados y sus convicciones inquebrantables, con sus heridas y sus valentías, la historia incandescente de sus vidas antes y después del cráter que fue la muerte del Txato, nos habla de la imposibilidad de olvidar y de la necesidad de perdón en una comunidad rota por el fanatismo político.”

martes, 7 de marzo de 2017

Impuesto sobre Sucesiones y Donaciones en Andalucía

He estado leyendo decretos, boja y normas. ¿Conclusión? que nada es como dice ni el pp, ni el psoe; ambos tienen algo de razón y sendos lo comunican de manera interesada. Creo cierto que Andalucía es la comunidad más cara a la hora de heredar, pero también lo es que hay un mínimo exento de 250.000 euros por heredero, que creo que no está nada mal.

https://www.juntadeandalucia.es/haciendayadministracionpublica/tributos/impuestos/cedidos/sucesiones.htm#regulacion



Boletín Oficial de la Junta de Andalucía - Histórico del BOJA Boletín número 146 de 01/08/2016
http://www.juntadeandalucia.es/boja/2016/146/1


Comentario de ABC " La principal novedad es el mínimo exento de tributación que pasa de los 175.000 euros actuales hasta 250.000"
http://sevilla.abc.es/andalucia/sevi-como-cambia-impuesto-sucesiones-201606180750_noticia.html


Ideal: Calculadora de deducción de impuestos de herencia y sucesiones Andalucía.
http://datalab.ideal.es/calculadora-deduccion-impuesto-sucesiones.



viernes, 3 de marzo de 2017

Crónica apócrifa de Pedro I el Cruel

FRANCISCO GIL CRAVIOTTO, Socio de Honor de la Casa de la Alpujarra
DE LA ACADEMIA DE BUENAS LETRAS DE GRANADA
La Opinión, jueves 23 febrero 2017



Carlos Asenjo Sedano, además de un reconocido y muy apreciado historiador, también es un ameno novelista. La última de sus novelas, recientemente publicada por la editorial Chiado de Madrid, es ‘Crónica Apócrifa del Rey Cruel’. En esta obra el autor sabe muy bien hermanar las dos grandes virtudes que debe tener toda novela histórica: el rigor de la investigación y la amenidad del relato. El resultado es una novela que, a pesar de llevarnos a una época muy lejana, logra enganchar al lector y, desde las primeras páginas, se lee con gran agrado y un marcado interés.

La novela se inicia con la muerte del rey Alfonso XI, frente a los muros de Gibraltar, entonces en manos del rey moro de Granada, víctima de la peste. Su entierro y funeral los aprovecha el historiador para, haciendo cuenta atrás, contarnos los amores de Alfonso con Leonor de Guzmán, una mujer muy bella y muy puta, se nos dice en el libro, que dio a Alfonso nada menos que ocho hijos bastardos. La esposa del rey, doña María de Portugal, sólo le dio uno, el príncipe Pedro, porque, después de la noche de bodas, el rey jamás volvió a visitar la cama de la reina ni la invitó a la suya. Esta soledad de la reina fue alimentando un odio que, en cuanto Alfonso murió, dio sus frutos: la reina envió un sicario con la misión de asesinar a la bella concubina. Nada menos que cien puñaladas recibió aquel cuerpo de mujer que tanto placer le había dado al rey Alfonso.

No será éste el único asesinato del libro. En cuanto el príncipe Pedro fue proclamado rey, la ola de muertes violentas fue creciendo más y más. Con el tiempo, llegó a tal grado su furor asesino, que abades y obispos empezaron a pensar en la posibilidad de que el rey estuviera endemoniado. Los grandes remedios de la Iglesia para atajar esta sed de sangre del rey –agua bendita, novenas y misas–, no produjeron el menor efecto.

Aquel rey cruel y asesino también era un saco de lujuria. Tenía una barragana fija –doña María de Padilla, aún más bella que la concubina de su padre–, y otras esporádicas que sólo duraban una noche. Doña María empezó a darle hijos bastardos y, para evitar que, en caso de muerte de aquella fiera coronada, el reino fuese a parar a un bastardo, obispos y cardenales acordaron que Pedro I contrajese matrimonio. El rey de Francia le dio al de Castilla la princesa doña Blanca, bella, rubia y de ojos azules, a la que don Pedro, siempre obsesionado con el cuerpo de la Padilla, no le prestó la menor atención. Doña Blanca premió el desprecio del rey añadiéndole a su corona una soberana cornamenta. Desde ese momento la obsesión del rey de Castilla fue la caza y captura del hombre que lo había hecho cornudo, algo bastante difícil porque éste aparecía y desaparecía como el río Guadiana.

Todo esto lo cuenta Asenjo Sedano con un lenguaje ágil y realista, ligeramente arcaizante, que a veces, sobre todo en la descripción de paisajes, roza la prosa poética. Los retratos de los personajes, especialmente las mujeres, son uno de los grandes aciertos del libro, así como el repetido símil del color rojo para indicar la obsesión asesina del rey cruel. En suma, una gran novela, que cumple a maravilla los deseos de los ilustrados del siglo XVIII, enseñar deleitando, porque este libro, al tiempo que entretiene, nos muestra una de las páginas más lamentables y sobrecogedoras de la historia de Castilla.