En este semanario, además de la particularidad de que sólo contaba con un único redactor –el mencionado fraile trinitario-, lo que explica que en cuanto éste murió despareció el periódico, llama poderosamente la atención, junto al aire de deliciosa ingenuidad que llena todos sus números, la publicidad de la época. Había anuncios de pérdidas y hallazgos –era extraordinaria la facilidad con la que la gente de entonces perdía las cosas más necesarias y personales-, ventas, trabajo –sobre todo mozos y mozas que buscaban amo-, y otros tan insólitos que hoy se hace difícil encontrarle encuadre y clasificación. Juzgue por sí mismo el lector el siguiente anuncio publicado en el número XV de dicho periódico:
Ha llegado a esta ciudad el célebre químico don Joseph Guerrero. Cirujano Oculista y Dentista, el que trae unos polvos para confortar la cabeza: cura la boca de toda debilidad, haciendo se coma por entreambos lados; limpia, blanquea, trasplanta y quita los dientes sobredientes, raíces y nacederas que molestan la boca, sustituyendo los dientes, aunque postizos firmes y estables, sin el menor dolor. Trae el verdadero Polvo de la Coralina para reafirmar y emblanquecer los dientes. Colirio para los ojos; Bálsamo para el reumatismo; un específico con que borra las cicatrices. El polvo Etherino de nueva idea. Remedio para el pelo y las canas, y que renazca no siendo en avanzada edad, destruyendo sin dolor callos de raíz, verrugas, uñeros, padrastros, las manchas de la cara, como no sean de nación. Vive en la placeta de San Gil.
Lo primero que nos llama la atención y al mismo tiempo nos desconcierta en este anuncio es la profesión del anunciante. Tiene tantas que al final no sabemos lo que es. En la primera línea se presenta como químico, oculista y dentista, tres profesiones hoy día bien diferentes, pero entonces, por lo visto, podían ir juntas y casi soldadas. Poco después vemos que también es reumatólogo y un renglón más abajo nos ofrece sus grandes remedios para que renazca el pelo –salvo en las personas de avanzada edad-, y sus soluciones para destruir manchas de la cara –salvo las de nacimiento- y para borrar las cicatrices, lo que nos hace pensar que también es dermatólogo. Pero en el último renglón aparecen otras habilidades de este hombre extraordinario: elimina callos, padrastros y uñeros, lo que nos confirma que, a todas las anteriores profesiones, hay que añadir la de podólogo o callista. Demasiadas profesiones para que una sola persona pueda ejercerlas de una manera aceptable. Lo segundo que nos llama la atención en este anuncio son los remedios para conseguir tantas curaciones y maravillas. Además de su habilidad para sacar dientes y raigones sin dolor –vamos a aceptar que todo esto sea verdad-, y los dos polvos novedosos -el “polvo de la coralina” y el “polvo etherino”-, el famoso curandero cuenta con “polvos para confortar la cabeza”, sin que nos sea dado saber en qué consistía ese confortamiento, “colirio para los ojos”, “bálsamo para el reumatismo”, “un específico que borra las cicatrices” y “un remedio para el pelo”, que, como ya hemos visto, lo mismo hace que renazca –salvo en las personas de avanzada edad- que elimina las canas. ¿Quién, después de leer tal cúmulo de maravillas, podía permanecer indiferente? La clientela debía ser numerosa.
De todos los grandes remedios de que hace alarde este hombre extraordinario los que más me han llamado la atención son los dos renombrados polvos ya mencionados, “el polvo de la coralina”y el “polvo etherino”. He consultado con personas de ciencias y me han dicho que el polvo de la coralina, posiblemente, era polvo obtenido a partir del alga coralina que todavía se emplea en medicina como eliminador de lombrices y otros parásitos del intestino, y el polvo etherino quizás fuese polvo obtenido a partir del éter. Habría que preguntarse si la industria farmacéutica de entonces estaba en condiciones de producir tal polvo. De todos los otros polvos, colirios y bálsamos, mencionados en el anuncio, no se nos ofrece la menor reseña sobre su composición. Tampoco del crece pelo y eliminador de canas. En resumen, unos medicamentos muy numerosos pero modestos, sobre todo si los comparamos con los asombrosos resultados que nos promete el anunciante.
El anuncio del periódico, sin pretenderlo, nos retrata a la perfección la figura del curandero en el siglo XVIII y, de soslayo, el estado de la medicina en la misma época. Otros anuncios, sobre el precio de las sanguijuelas, estos últimos en publicaciones del XIX, así como la información sobre misas, novenas y procesiones para alejar determinadas epidemias, - el cólera, por ejemplo-, vienen a completar la situación de la medicina en aquellos siglos. No vamos a entrar en esos vericuetos.
No quiero terminar estas líneas sin formularle una pregunta al lector -o lectora- de este artículo: si usted hubiese vivido en el siglo XVIII y hubiese sabido de la existencia del químico, oculista y dentista, don Joseph Guerrero, ¿se habría puesto en sus manos? ¿Habría probado sus famosos polvos, bálsamos y remedios?
Publicado en el "Faro de Ceuta" el 6 sep. 2015
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