En este espacio pretendemos establecer un dialogo cordial en torno a La Alpujarra, sin más limitación que el respeto que todos merecemos.
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jueves, 26 de febrero de 2015
Diputación y Universidad renuevan su colaboración con la candidatura de la Alpujarra a Patrimonio Mundial
Diputación y Universidad renuevan su colaboración con la candidatura de la Alpujarra a Patrimonio Mundial: La Diputación Provincial y la Universidad de Granada han renovado esta mañana su acuerdo de colaboración para conseguir que la candidatura de la Alpujarra a convertirse en Patrimonio Mundial por parte de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco). El pacto ha sido rubricado por Sebastián Pérez y Francisco González Lodeiro, máximos responsables de ambas instituciones, quienes han presentado el nuevo logotipo de la comarca, que estará presente en cuantas iniciativas apoyen el objetivo antes mencionado.
martes, 24 de febrero de 2015
ESTAMPA DE INVIERNO
Francisco Gil Craviotto
Mi única obligación era ir a la escuela y hacer los deberes que nos ponía el maestro. Cuando volvía de la escuela, si el tiempo lo permitía, siempre pasaba un ratito con mi amigo Sebastián (su bancal limitaba con nuestro huerto) que jamás iba a la escuela y todas sus obligaciones se reducían a cuidar de la cabra y llenar una espuerta de hierba para los conejos. Entonces yo consideraba a mi amigo Sebastián un ser privilegiado porque no tenía que ir a la escuela, ni aprender la “tabla”, ni la lista de los reyes godos, ni el poema al caudillo Franco, pero ahora pienso que el privilegiado era yo que, a través de la escuela, iba a tener acceso al mundo superior de la cultura. No quiero pensar cómo sería ahora mi vida si hubiese permanecido analfabeto para siempre. Yo le ayudaba a mi amigo a coger hierba, a buscar caracoles y otros menesteres parecidos y él me regalaba pájaros que había cogido mientras guardaba la cabra, pero en invierno no había pájaros -los nidos se columpiaban vacíos en los árboles desnudos- y lo único que a veces me podía regalar era una lagartija que había atrapado mientras yo estaba en la escuela. Le poníamos unas hebras de tabaco en la boca (era yo el que las proporcionaba volviendo a casa a buscar alguna colilla de mi padre) y la lagartija terminaba borracha dando unas vueltas inverosímiles que a nosotros nos hacían reír. A veces, con tal de huir, nos dejaba la cola que continuaba viva moviéndose un rato. En cuanto venían las primeras penumbras del atardecer Sebastián se iba con su cabra y espuerta de hierba a su casa y yo me volvía a la mía. Era entonces cuando, a la luz del quinqué, me ponía a hacer los deberes.
El invierno tenía su cúspide en los días de Navidad, Año Nuevo y Reyes. Eran quince días sin escuela, de com idas extraordinarias y pasteles. Mi abuela tenía las manos dulces y todos los años hacía unos mantecados, soplillos y otras menudencias como jamás las he probado después. Los dulces debían durar hasta Reyes, pero, antes de que llegara Año Nuevo, ya no quedaba nada. A veces yo me guardaba alguno de los mantecados o rosquillos de mi abuela y se los regalaba a mi amigo Sebastián que, entre tacos y palabrotas, lo devoraba con gran apetito.
El invierno era también época de resfriados, gripes y otras dolencias menores que me tenían tres o cuatro días, -acaso toda una semana-, sin ir a la escuela, en la cama o, ya convaleciente, en la mesa camilla disfrutando el calor del brasero. Una de las rememoraciones más imborrables de aquellos días de enfermedad es el recuerdo de las manzanillas y limonadas que me hacía mi madre. Si cierro los ojos me parece oír el tintineo de la cucharilla en la taza o en el vaso cuando se acercaba hasta mi cama con aquellas pequeñas delicias.
Todo esto era en la época anterior a mi etapa de cautiverio en el colegio. Cuando entré en el internado una de las grandes sorpresas fue ver que allí apenas si había estaciones. Todos los días tenían la misma incontenible apatía, -misa, clase, clase, rosario-, y, salvo el sábado y el domingo, todo el resto de la semana era de una incontenible monotonía.
El sábado era el día de las confesiones. La confesión, en principio, era libre y voluntaria, pero el que pasaba dos sábados seguidos sin ir a confesar, en seguida lo llamaba el fraile y le preguntaba por qué no frecuentaba los sacramentos. Había algunos niños que tenían director espiritual y esto les daba un evidente aire de superioridad frente a los demás. “Mi director espiritual me ha dicho que lea “El divino impaciente” de Pemán. “Mi director espiritual me ha
dicho que lea los sermones del Padre Venancio Marcos”, nos decían mirando con cierto desdén a los que no teníamos director espiritual. Yo, aunque niño, intuía que el director espiritual ahogaba la única libertad que allí nos quedaba -la libertad de pensar- y siempre logré evadir el bulto del director espiritual.
Los domingos también eran muy distintos a los demás días. No había clase, teníamos dos misas en lugar de una -la primera como la de todos los días y la segunda solemne, con muchos cantos, inciensos y boato- y, por la tarde, poco después del almuerzo, íbamos de paseo en fila de tres. Los frailes justificaban la fila de tres porque, decían, en fila de dos había el peligro de que el diablo se metiese en medio y nos hiciese pecar. Los chicos decían que era una manera de tener confidentes para saber quien hablaba mal de los frailes o del colegio y para que nadie se fiase de contarle nada al amigo íntimo, sabiendo que siempre había un tercero que escuchaba.
Los días de semana todos eran, como ya he dicho, monótonamente iguales. Lo único que cambiaba es que el Gorila hoy hablaba de Felipe II y mañana se pasaba la clase con Felipe IV o Carlos II, o que el Gato se sacase de la manga las ecuaciones de segundo grado o los triángulos, hipotenusas y otras gaitas parecidas. También variaban las anécdotas de la clase. En todas las clases había un gracioso -se hubiera dicho que era una institución en el colegio-, y en la mía teníamos uno que era capaz de sacrificar un examen con tal de oír una risotada general de todos sus colegas. Una vez que tuvo que hablar de Carlos V, después
de un breve ataque de tos, dio esta sabrosísima respuesta:
-- Carlos V era hijo de Carlos IV y padre de Carlos VI.
No siguió porque el fraile lo interrumpió:
--¡Cero! Usted me copia cincuenta veces: “Carlos V era hijo de Juana la loca y Felipe el Hermoso.
--¿Está usted seguro, hermano?
--Lo que le he dictado antes me lo copia cien veces y, si vuelve a abrir la boca, el domingo aquí castigado.
En otra ocasión que el profesor de la Formación del Espíritu Nacional, un falangista que nos daba las clases vestido de uniforme y nos hablaba de tu, le preguntó la definición de nación, según José Antonio, en lugar de decir, “unidad de destino en lo universal”, soltó esta definición:
--Unidad de timo universal.
Yo ahora considero que la definición de compañero de clase era mucho más sabia y exacta que la de José Antonio, pero no la valoró así el falangista que, después de un formidable puñetazo en la mesa, increpó así al gracioso de la clase:
--¡Camarada! ¡Merecías que te fusilaran!
Pero la mayor proeza de nuestro compañero fue cuando,
en un examen de historia, le preguntaron por los nombres de los presidentes de la Primera República. Ésta fue su respuesta:
--Los presidentes de la Primera República fueron: Tres, catorce dieciséis, Salmerón y Castelar.
--¡Cero!
--Hermano, Pi es igual a 3,1416.
--Esto no es una clase de matemáticas y mucho menos un circo.
--No es, pero lo parece.
En cuanto llegaba la cuaresma, además del rosario todas las tardes, también teníamos viacrucis los viernes. Había algunos pelotilleros que, para impetrar la clemencia del Gato y otros frailes a la hora de poner las notas, se pasaban todo el viacrucis con los brazos en cruz. Yo nunca recurrí a esos métodos. Siempre he
considerado que es mejor un suspenso digno que un aprobado mancillado.
Unos años en marzo y otros en abril, llegaban las vacaciones de Semana Santa que ponían fin al segundo trimestre. Eran muy cortas, pero eran mejor que nada. Cuando llegaba a mi pueblo la primavera ya estaba en todo su a pogeo, pero yo sólo tenía una semana para disfrutarla.
Cuando yo era niño vivía en un pueblecito de la Alpujarra
granadina. Recuerdo que, cuando llegaban los primeros fríos del invierno, los adultos siempre lo recibían con la misma expresión: “Ya está aquí el lobo”. Era la metáfora popular que resumía en la palabra “lobo” todos los fríos e inclemencias del tiempo que durante tres meses íbamos a sufrir.
La vida pasaba del huerto a la cocina donde, siempre en torno a la candela, nos calentábamos todos. Las noches eran largas y, en las veladas que seguían a la cena, las mujeres de la casa nos contaban cuentos a los niños. Mi padre les tenía prohibido los cuentos de miedo porque decía -y con razón- que podían influir en
nuestro ánimo y hacernos personas pusilánimes y temerosas. Nada de aparecidos, fantasmas y escenas escalofriantes. Cuando al fin nos íbamos a la cama las sábanas siempre las notábamos frías, pero en seguida se calentaban con el calor de nuestro cuerpo al tiempo que un dulce sopor invadía la mente y todo se fundía en el sueño.
Uno de los recuerdos más inolvidables que conservo de aquellos años es el de las noches de lluvia, cuando oía el ulular del viento y el chapoteo del agua en la calle o en el huerto y yo, como el caracol en su concha, me sentía protegido entre las sábanas y las mantas, y un dulce e indefinible sentimiento de hogar invadía todo mi ser.
granadina. Recuerdo que, cuando llegaban los primeros fríos del invierno, los adultos siempre lo recibían con la misma expresión: “Ya está aquí el lobo”. Era la metáfora popular que resumía en la palabra “lobo” todos los fríos e inclemencias del tiempo que durante tres meses íbamos a sufrir.
La vida pasaba del huerto a la cocina donde, siempre en torno a la candela, nos calentábamos todos. Las noches eran largas y, en las veladas que seguían a la cena, las mujeres de la casa nos contaban cuentos a los niños. Mi padre les tenía prohibido los cuentos de miedo porque decía -y con razón- que podían influir en
nuestro ánimo y hacernos personas pusilánimes y temerosas. Nada de aparecidos, fantasmas y escenas escalofriantes. Cuando al fin nos íbamos a la cama las sábanas siempre las notábamos frías, pero en seguida se calentaban con el calor de nuestro cuerpo al tiempo que un dulce sopor invadía la mente y todo se fundía en el sueño.
Uno de los recuerdos más inolvidables que conservo de aquellos años es el de las noches de lluvia, cuando oía el ulular del viento y el chapoteo del agua en la calle o en el huerto y yo, como el caracol en su concha, me sentía protegido entre las sábanas y las mantas, y un dulce e indefinible sentimiento de hogar invadía todo mi ser.
Mi única obligación era ir a la escuela y hacer los deberes que nos ponía el maestro. Cuando volvía de la escuela, si el tiempo lo permitía, siempre pasaba un ratito con mi amigo Sebastián (su bancal limitaba con nuestro huerto) que jamás iba a la escuela y todas sus obligaciones se reducían a cuidar de la cabra y llenar una espuerta de hierba para los conejos. Entonces yo consideraba a mi amigo Sebastián un ser privilegiado porque no tenía que ir a la escuela, ni aprender la “tabla”, ni la lista de los reyes godos, ni el poema al caudillo Franco, pero ahora pienso que el privilegiado era yo que, a través de la escuela, iba a tener acceso al mundo superior de la cultura. No quiero pensar cómo sería ahora mi vida si hubiese permanecido analfabeto para siempre. Yo le ayudaba a mi amigo a coger hierba, a buscar caracoles y otros menesteres parecidos y él me regalaba pájaros que había cogido mientras guardaba la cabra, pero en invierno no había pájaros -los nidos se columpiaban vacíos en los árboles desnudos- y lo único que a veces me podía regalar era una lagartija que había atrapado mientras yo estaba en la escuela. Le poníamos unas hebras de tabaco en la boca (era yo el que las proporcionaba volviendo a casa a buscar alguna colilla de mi padre) y la lagartija terminaba borracha dando unas vueltas inverosímiles que a nosotros nos hacían reír. A veces, con tal de huir, nos dejaba la cola que continuaba viva moviéndose un rato. En cuanto venían las primeras penumbras del atardecer Sebastián se iba con su cabra y espuerta de hierba a su casa y yo me volvía a la mía. Era entonces cuando, a la luz del quinqué, me ponía a hacer los deberes.
El invierno tenía su cúspide en los días de Navidad, Año Nuevo y Reyes. Eran quince días sin escuela, de com idas extraordinarias y pasteles. Mi abuela tenía las manos dulces y todos los años hacía unos mantecados, soplillos y otras menudencias como jamás las he probado después. Los dulces debían durar hasta Reyes, pero, antes de que llegara Año Nuevo, ya no quedaba nada. A veces yo me guardaba alguno de los mantecados o rosquillos de mi abuela y se los regalaba a mi amigo Sebastián que, entre tacos y palabrotas, lo devoraba con gran apetito.
El invierno era también época de resfriados, gripes y otras dolencias menores que me tenían tres o cuatro días, -acaso toda una semana-, sin ir a la escuela, en la cama o, ya convaleciente, en la mesa camilla disfrutando el calor del brasero. Una de las rememoraciones más imborrables de aquellos días de enfermedad es el recuerdo de las manzanillas y limonadas que me hacía mi madre. Si cierro los ojos me parece oír el tintineo de la cucharilla en la taza o en el vaso cuando se acercaba hasta mi cama con aquellas pequeñas delicias.
Hacia finales de enero comenzaban a florecer los primeros almendros y en febrero todos los alrededores del pueblo aparecían inmaculadamente blancos y con un ligero perfume de campo adolescente. En el huerto teníamos dos almendros y yo me extasiaba viendo el ir y venir a las flores de las abejas y otros
insectos. A veces, aprovechan do el encanto de las tardes soleadas, adultos y niños íbamos al campo a buscar hinojos y collejas. Era una delicia coger con nuestras manos aquellas hierbas que al día siguiente serían muestro manjar y alimento. No era raro encontrarse con una araña, un avispero abandonado o el carril de un hormiguero. Mi padre siempre decía lo mismo: Hay que dejar tranquilos a todos esos animales. Los días comenzaban a alargarse y hacia marzo aparecían las primeras golondrinas y vencejos y, aunque en el calendario continuaba el invierno, en la realidad de nuestras vidas ya había entrado la primavera.
insectos. A veces, aprovechan do el encanto de las tardes soleadas, adultos y niños íbamos al campo a buscar hinojos y collejas. Era una delicia coger con nuestras manos aquellas hierbas que al día siguiente serían muestro manjar y alimento. No era raro encontrarse con una araña, un avispero abandonado o el carril de un hormiguero. Mi padre siempre decía lo mismo: Hay que dejar tranquilos a todos esos animales. Los días comenzaban a alargarse y hacia marzo aparecían las primeras golondrinas y vencejos y, aunque en el calendario continuaba el invierno, en la realidad de nuestras vidas ya había entrado la primavera.
Todo esto era en la época anterior a mi etapa de cautiverio en el colegio. Cuando entré en el internado una de las grandes sorpresas fue ver que allí apenas si había estaciones. Todos los días tenían la misma incontenible apatía, -misa, clase, clase, rosario-, y, salvo el sábado y el domingo, todo el resto de la semana era de una incontenible monotonía.
El sábado era el día de las confesiones. La confesión, en principio, era libre y voluntaria, pero el que pasaba dos sábados seguidos sin ir a confesar, en seguida lo llamaba el fraile y le preguntaba por qué no frecuentaba los sacramentos. Había algunos niños que tenían director espiritual y esto les daba un evidente aire de superioridad frente a los demás. “Mi director espiritual me ha dicho que lea “El divino impaciente” de Pemán. “Mi director espiritual me ha
dicho que lea los sermones del Padre Venancio Marcos”, nos decían mirando con cierto desdén a los que no teníamos director espiritual. Yo, aunque niño, intuía que el director espiritual ahogaba la única libertad que allí nos quedaba -la libertad de pensar- y siempre logré evadir el bulto del director espiritual.
Los domingos también eran muy distintos a los demás días. No había clase, teníamos dos misas en lugar de una -la primera como la de todos los días y la segunda solemne, con muchos cantos, inciensos y boato- y, por la tarde, poco después del almuerzo, íbamos de paseo en fila de tres. Los frailes justificaban la fila de tres porque, decían, en fila de dos había el peligro de que el diablo se metiese en medio y nos hiciese pecar. Los chicos decían que era una manera de tener confidentes para saber quien hablaba mal de los frailes o del colegio y para que nadie se fiase de contarle nada al amigo íntimo, sabiendo que siempre había un tercero que escuchaba.
Los días de semana todos eran, como ya he dicho, monótonamente iguales. Lo único que cambiaba es que el Gorila hoy hablaba de Felipe II y mañana se pasaba la clase con Felipe IV o Carlos II, o que el Gato se sacase de la manga las ecuaciones de segundo grado o los triángulos, hipotenusas y otras gaitas parecidas. También variaban las anécdotas de la clase. En todas las clases había un gracioso -se hubiera dicho que era una institución en el colegio-, y en la mía teníamos uno que era capaz de sacrificar un examen con tal de oír una risotada general de todos sus colegas. Una vez que tuvo que hablar de Carlos V, después
de un breve ataque de tos, dio esta sabrosísima respuesta:
-- Carlos V era hijo de Carlos IV y padre de Carlos VI.
No siguió porque el fraile lo interrumpió:
--¡Cero! Usted me copia cincuenta veces: “Carlos V era hijo de Juana la loca y Felipe el Hermoso.
--¿Está usted seguro, hermano?
--Lo que le he dictado antes me lo copia cien veces y, si vuelve a abrir la boca, el domingo aquí castigado.
En otra ocasión que el profesor de la Formación del Espíritu Nacional, un falangista que nos daba las clases vestido de uniforme y nos hablaba de tu, le preguntó la definición de nación, según José Antonio, en lugar de decir, “unidad de destino en lo universal”, soltó esta definición:
--Unidad de timo universal.
Yo ahora considero que la definición de compañero de clase era mucho más sabia y exacta que la de José Antonio, pero no la valoró así el falangista que, después de un formidable puñetazo en la mesa, increpó así al gracioso de la clase:
--¡Camarada! ¡Merecías que te fusilaran!
Pero la mayor proeza de nuestro compañero fue cuando,
en un examen de historia, le preguntaron por los nombres de los presidentes de la Primera República. Ésta fue su respuesta:
--Los presidentes de la Primera República fueron: Tres, catorce dieciséis, Salmerón y Castelar.
--¡Cero!
--Hermano, Pi es igual a 3,1416.
--Esto no es una clase de matemáticas y mucho menos un circo.
--No es, pero lo parece.
En cuanto llegaba la cuaresma, además del rosario todas las tardes, también teníamos viacrucis los viernes. Había algunos pelotilleros que, para impetrar la clemencia del Gato y otros frailes a la hora de poner las notas, se pasaban todo el viacrucis con los brazos en cruz. Yo nunca recurrí a esos métodos. Siempre he
considerado que es mejor un suspenso digno que un aprobado mancillado.
Unos años en marzo y otros en abril, llegaban las vacaciones de Semana Santa que ponían fin al segundo trimestre. Eran muy cortas, pero eran mejor que nada. Cuando llegaba a mi pueblo la primavera ya estaba en todo su a pogeo, pero yo sólo tenía una semana para disfrutarla.
Este artículo aparece en estos días en el semanario Wadi-as
jueves, 19 de febrero de 2015
LOS EFECTOS DEL TERREMOTO DE 1884 EN LA ALPUJARRA GRANADINA.
Germán Acosta Estévez
A
mi añorado amigo y compañero Jorge
El día de Navidad de 1884, mientras algunos apuraban los
últimos minutos de asueto en las calles y otros se disponían a disfrutar en
familia de una cena algo más espléndida que de costumbre, la tierra tembló y de
qué manera. En apenas 15 ó 20 segundos, un terremoto de gran intensidad causa
una enorme devastación y un notable número de víctimas en La Axarquía
malagueña, en la comarca del Temple granadino y el Valle de Lecrín. En La
Alpujarra granadina, sobre todo en su parte más occidental, fue sentido de forma
bastante intensa, provocando innumerables destrozos en sus pueblos, si bien el
número de fallecidos es muy reducido en comparación con las zonas anteriormente
citadas y con otros seismos ocurridos en nuestra tierra desde el siglo XVI.
Antecedentes
destacados
Así, el terremoto con epicentro en el Mar de Alborán que
sacude Almería con intensidad de IX grados el 22 de septiembre de 1522, sabemos
que afecta sensiblemente a Baza y su comarca y a la mayoría de las tahas
alpujarreñas, sembrando en ellas la destrucción y la muerte, según se desprende
de la epístola de Pedro Mártir, fechada el 29 del mismo mes :“…por los valle de las montañas cercanas a
aquella ciudad (Almería)- región vulgarmente llamada las Alpujarras- se desliza
un río de fácil vado todo el año, fuera de las época de tormentas. Sus riberas
estaban pobladas de pueblecitos, municipios y aldeas al amparo de la fertilidad
de su suelo y la templanza de su clima, hasta el extremo de que parecían que
disfrutaban de un perpetuo otoño. Aquel temporal lo redujo todo a polvo. Muy
pocos pueblos escaparon de él, y los que sobrevivieron, atónitos con tal
desgracia, tienen el cielo por techo de sus casas. Dicen que han quedado
devastados en esta ocasión unos ochenta lugares...”. Las
estimaciones hablan de unos 2500 fallecidos entre todas las zonas afectadas. En
la Alpujarra, en concreto en Ugíjar, la devastación fue formidable. En un
memorial de octubre de 1522 en el que compareció Fernando de Válor, alguacil de
la taha de Juviles, como representante de las tahas alpujarreñas y con
numerosos testigos moriscos se recoge con bastante precisión que hubo unos 130
muertos, muchos heridos; de200 casas
contenidas en la villa, sólo dos permanecieron en pie pero amenazando ruina, y quedó totalmente destruida la iglesia y su
torre. También perecieron muchos animales”…fasta
los perros e gatos e bestias desta dicha villa de Uxixar los mataron todos
aquel día las paredes” y fueron cuantiosas las pérdidas
materiales:”…tenían cogidos e ençerrados sus panes
e el vino en sus casas e todas las otras cosas que tenían para su mantenimiento
e sus sedas filadas e enpeçadas a filar, e todo lo demás dello se perdió, e
otras muchas cosas se perdieron…”.
En
el resto de Tahas alpujarreñas los daños y víctimas fueron también cuantiosos y
en consecuencia algunas de sus alquerías acabaron despoblándose: unos marcharon
a otros lugares de la comarca, otros tomaron el camino hacia Berbería. Ante
tal panorama, las autoridades de Ugíjar solicitaron exenciones fiscales en el magram o la farda a la Corona de Castilla para varios años a fin de reconstruir
el vecindario. El rey solicita en mayo de1523 que se hagan las averiguaciones
pertinentes con tal de ver si procedía una reducción en el cobro de algunas
rentas. En 1524 Carlos V concede las llamadas Penas de Cámara para reconstruir
la cárcel y la fortaleza. No sabemos si se condonaron otras rentas, servicios o
encabezamientos, pero se puede constatar que ya en 1530 la iglesia de esta villa
se hallaba edificada por completo.
El llamado terremoto de Lisboa de 1755 también afectó,
aunque con menos virulencia a Granada y a su provincia: en la capital se
resintió bastante la Iglesia del Salvador, teniendo que ser abandonada por los
canónigos que allí moraban, celebrando desde entonces el culto en la iglesia de
las Agustinas Descalzas. También se vieron afectados la torre y el reloj de la
Real Chancillería; el caso más extremo se da en Güevéjar donde se abrió una
gran grieta que sepultó varias viviendas, por lo que sus habitantes tuvieron
que abandonar el pueblo de forma precipitada, la fuente principal se hunde y su
caudal aflora en otro lugar del municipio, dos molinos harineros quedan
inservibles, se observa movimientos del terreno, especialmente en el lecho del
río que presenta grietas, hundimientos, elevaciones y cegamientos.
Por lo que respecta a la zona de la costa, en Almuñécar
no hubo nada extraordinario que reseñar;
se produjeron daños en la torre y nave principal de la Colegiata de Motril y,
en Salobreña, la llamada Fuente Grande, en el mismo casco urbano, se quedó seca
mientras duraron las oscilaciones para luego brotar con mucha fuerza y turbia.
En Guadix se vieron afectados varios inmuebles, entre
ellos la catedral, donde se abrieron varios sillares en los cuerpos de la torre y quedaron muy
maltrechos los arcos del cuerpo de campanas; en su interior se apreciaron
grietas y sillares hendidos. Mientras, en Alquife la torre del templo sufría el
quebranto de los tres entresuelos y apertura de sus paredes, en la capilla de
Nuestra Señora del Rosario se quebraban cinco travesaños de madera,
resintiéndose la techumbre; dos casas quedaron inservibles. En Dólar, pese al
susto que se llevó la población solo hubo que reseñar la disminución del caudal
del río.
Por la encuesta que manda realizar Fernando VI, tenemos
noticias de los efectos causados en La Alpujarra por este terremoto de1755,
cuyo informe transcribimos a continuación:
“Uxíjar, 15 diciembre 1755.
El Corregidor.
Cumpliendo la Real Orden de S. M., en que se sirve mandar a las Justicias
informen si se sintió el terremoto del día primero de noviembre de este
presente año, qué efectos causó, o se experimentaron, en edificios, ríos,
fuentes, muertes o heridas de personas, o animales, si se notaron algunas
señales que lo predijeran, cuáles, y con qué fundamento; habiendo tomado los correspondientes
informes de calidad de personas que se previenen, en las villas y lugares del
Partido de esta jurisdicción de mi cargo, resulta y debo expresar lo siguiente:
En la villa de Uxíjar, capital de este Partido, se sintió el terremoto el
día expresado, primero de noviembre, a las diez de la mañana, en ocasión que me
hallaba con su Ayuntamiento (por ser día de tabla), asistiendo a la misa mayor
de la Iglesia colegial, que es de una sola nave, bastante capaz, por lo que fue
sensible el movimiento de la tierra, desde el principio hasta su declinación.
Que todo él duró trece minutos, habiendo sido tan espantoso en su
incremento, que las lámparas de la referida Iglesia, y arañas que pendían
dentro de un arco de más de media vara de foro, en el cuerpo de medio del altar
mayor, corres-pondiente a la luz del camarín de Nuestra Señora del Martirio,
Patrona de esta villa, llegaron a tomar tanto ímpetu de sus vibraciones, que
salían fuera del grueso del expresado arco.
Y habiéndome puesto en pie con los regidores, a impulso de tan grande
novedad, no pudiendo sostenernos en los vaivenes que daba el templo, meciéndose
de Levante a Poniente, fue preciso arrodillarnos para poder subsistir, invocando la Divina Clemencia, y el patrocinio
de Nuestra Señora, a cuya piedad, y protección se atribuyó la milagrosa providencia
y evidente misericordia de no haberse experimentado en el templo, en edificio,
en persona, ni en otra clase que haya podido notarse, ruina, quiebra ni otro
perjuicio, más que haber sido común a todos sentir en el acto del terremoto
unos afectos vertiginosos que incitaban a mareo o perturbación de cabeza. En todos los demás pueblos del Partido de
esta jurisdicción fue igualmente sensible y durable dejando, en algunos, quebrantadas
bastante número de casas.
En la villa de Canjáyar, lo quedó [sic] tanto su Iglesia parroquial, que
necesita de pronto reparo. En la de Pitres, y lugares comarcanos, por estar a
la falda de la Sierra, acompañó al terremoto un terrible estruendo; lastimó más
número de casas. Habiendo destruido enteramente los frutos de maíces, habillas,
castañas, nueces, y uva, que son los propios de aquel terreno, los rigurosos fríos, y nieves, que
precedieron en septiembre y octubre de este año, obligando a la notable
despoblación que se observa en la multitud de vecinos que se han pasado a vivir
del trabajo personal a las ciudades de Granada, Málaga y Motril. Y en el
precitado día primero de noviembre vieron varios labradores fidedignos, vecinos
de la referida villa, que salieron de ella antes de amanecer, que en el cielo
se manifestó una porción de fuego que subsistió visible un cuarto de hora
causándoles tan grave espanto que los dejó sin arbitrio al movimiento, y paró
con susto hasta las caballerías que llevaban. El día veinte y siete del mismo
mes de noviembre, a las doce menos cuarto de la mañana; y el veinte y nueve, a
lastres de ella, se volvieron a repetir los terremotos, muy sensibles, pero
transeúntes [sic], pues ninguno excedió de medio minuto, y no causaron nuevo
efecto alguno”.
Uxixar 15 de diciembre de 1755,
Juan
Tamarie y Vargas
Ya en 1804, el 13 de enero, en torno a las 17´53 un gran
temblor sacude sobremanera a Motril dejando a su paso la mayoría de su caserío
cuarteado o en ruinas y prácticamente inhabitable, así como también quedan
derruidos los templos, muriendo en dicho siniestro dos personas sepultadas por
los escombros y los testimonios de la época aseguran que el mar se retiró unas
veinte varas. En La Alpujarra Baja de Almería y Granada causa asimismo graves
desperfectos en distintas localidades. Por ejemplo, en 1807 se entregaron a
Francisco Quintillán y Lois 13.427 reales para reparar los desperfectos habidos
por los terremotos e inclemencias meteorológicas de 1804 las iglesias de
Fregenite, Olías y Rubite. En este último lugar se tuvieron que librar otros 6.000
reales ya en 1815 a favor de Nicolás de Funes para terminar de reparar los
desperfectos.
De nuevo, el 25 de agosto de ese mismo año, la tierra
vuelve a estremecerse en La Alpujarra con gran violencia. En Berja se hundieron
muchas casas, el ayuntamiento y la iglesia de la Anunciación, y hubo daños irreversibles
en los otros edificios religiosos, contándose 45 muertos según el testigo
Antonio Bueso y 36 según el Libro de Defunciones de la parroquia, 106 para
otros. Pero el caso más dramático lo encontramos en Dalías donde se registraron
267 fallecidos y la destrucción fue tal calado que se planteó el cambio de
ubicación de la localidad, aunque finalmente no se llevase a cabo; al mismo
tiempo se observaron aperturas de grietas en el terreno, aumento de algunos
caudales de agua con gran turbidez. En Canjáyar hubo 4 fallecidos, 60 casas
desplomadas y se ordenó demoler otras 120. Grandes también fueron los daños en
Adra, Iniza, Alcolea, Vícar o Roquetas. En Albuñol las dos torres de la iglesia
quedaron abiertas en todas direcciones y muchas casas quedaron muy afectadas,
quedando dos niños heridos y provocando el pánico y desconcierto entre sus
habitantes que decidieron huir al campo. En las montañas cercanas se abrieron
grietas y se produjeron deslizamientos de tierras. En Turón hubo que derribar 167
casas y la fábrica de plomo; muchos daños se produjeron en los campos de Cherín,
lugar que quedó con todas sus casas inservibles, a lo que hay que añadir numerosas bajas
personales salpicando la geografía alpujarreña. Como consecuencia de ello, el
gobierno concede exenciones tributarias por un año a las localidades de Berja,
Dalías, Roquetas, Canjayar, Adra, Ugíjar, Motril y Turón. Muestra de toda esta
desolación la constituye un testimonio recogido en Ugíjar el 29 de agosto de
1804 y publicado por El Correo de Sevilla
el 12 de septiembre:
“Al
terremoto del día 25 han seguido tantos, que no se puede numerar; pero algunos días pasan de 40, y se observa
que la tierra siempre está en movimiento: mas por fortuna en este pueblo todo
ha parado en edificios, iglesias, torres, casas y demás por tierra, quando en
otros han perecido personas á centenares. Vivimos todos en el campo, implorando
la divina clemencia: En Cádiar han muerto 3, otras tantas en Benínar, 2 en
Cherín, 3 en Padules, 106 en Verxa, 238 en Dalías (…) En Cherín una vega que
había, en frente del pueblo, al otro lado del río, ha dado una media vuelta
completa, de forma que el que tenía una hacienda con olivos a su falda, la
halla en la cumbre; y por el contrario, las de la cumbre se han venido á lo
baxo; un pobre que tenía una viña, con mil cepas halló sólo 100 donde estaban
200, unas más altas que otras, y estas a larga distancia , habiendo
desaparecido las demás. Por esta vega pasaba el camino para Lauxar, se han
hundido dos cerros, y sin embargo ha quedado el camino visible en un escarpado
o despeñadero de 60 varas de alto (…) Todos los pueblos de Las Alpujarras han
sufrido, si no más fuerte que este, à lo menos tanto: se han visto abrir casas
y cerros lo mismo que un abanico y volver a su posición lo mismo que estaban.
Nadie vive en los pueblos y los lamentos son generales…”
Otra vez en 1863, y tras una
larga serie de movimientos telúricos, la tierra vuelve a trepidar en La
Alpujarra el 8 de agosto. Este nuevo temblor es especialmente percibido en localidades
granadinas como Capileira, La Mamola, Castell de Ferro, Albuñol y Albondón, y en las almerienses de
Adra, Berja o Dalías. Según un testimonio aportado por Casiano del Prado, se
describe así la situación:
“En Berja, Dalías y Adra, à las 3 y
media un terremoto y à las 4 de la mañana otro, no muy fuertes. En Capileira
(Sierra Nevada) otro à la una y media de la mañana, de unos ocho segundos de
duración y al ser de día se sintió otro más corto .En Albuñol, Albondón, La
Mamola y Castel de Ferro, tres terremotos de la 1 à las cuatro de la mañana.
Este último fue el más fuerte, y en Albuñol se sintió al mismo tiempo un
estruendo como el de una descarga de un cañón de gran calibre. Más fuerte dice
que fue en Castel de Ferro, puerto de mar que se halla a 12 kilómetros à
poniente de Albuñol y à 20 à levante de Motril, de modo que algunos cuadros se
desprendieron de las paredes. También se dice haberse sentido con gran fuerza
en las barcas de pescar. En el Cáñar, pueblo situado a 4 kilómetros de Órgiva,
al ser de día un ligero temblor que en Órgiva no se sintió, sin duda por la
diferencia de los terrenos en que se hallan asentados uno y otro pueblo…”
El
terremoto de 1884: Características y consecuencias.
El conocido como Terremoto de
Andalucía tuvo lugar el 25 de diciembre de 1884 en torno a las 21h 08m, cuyo
epicentro se localizó entre las Ventas de Zafarraya, Alhama de granada y Játar,
con una duración aproximada de 15 ó 20 segundos.Su magnitud fue de 6´7 y
alcanzó una intensidad de IX-X en Arenas
del Rey, originó daños en 106 poblaciones, principalmente en las provincias de
Málaga y Granada, siendo en 39 de ellas muy graves: las de Arenas del Rey y
Ventas de Zafarraya fueron arrasadas por completo teniendo que ser reconstruidas.
Los efectos de este se extendieron a un radio de 200Km de longitud por 70 u 80
de ancho. Aunque las cifras ofrecidas por las diferentes comisiones u organismos
del momento difieren sustancialmente, los últimos estudios cifran el número de
fallecidos en 1.200, 1.500 heridos, 4.000 casas destruidas por completo, 6.300
con graves daños y más de 20.000 resentidas. Hubo más víctimas debido a las
duras condiciones climáticas que coincidieron en los días posteriores al sismo,
así como la falta de medios tras el temblor, pero quizás no fue más dañino al
ser festivo y, por ello, mucha gente se encontraba en la calle..
Según Vidal Sánchez,” La intensidad
máxima IX –X se alcanzó en las poblaciones de Arenas del Rey y Ventas de
Zafarraya, alcanzó el grado IX en Alhama, Albuñuelas, Cacín, Játar, Jayena, Periana, Santa Cruz de
Alhama y Zafarraya.
El grado VIII se alcanzó en Alcaucín,
Canillas de Aceituno, Fornes, Agrón, Algarrobo, Benamargosa, Béznar, Chite,
Cómpeta, Cónchar, Cútar, Frigiliana, Guajar Alto, Ízbor, Melegís, Molvízar,Mondújar,
Murchas, Otívar, Restábal, Salares, Saleres, Sedella,Tablate, Tajarja, El
Turro, Talará, Vélez Málaga…
Con grado VII se sintió claramente en:
Alfarnate, Alfarnatejo,Almuñecar, Bayacas, Brácana,
Canillas de Albaida, Carataunas,Churriana, Dúrcal, Escúzar, Ferreira,
Gabia Chica, Guájar
Faragüit, Huetor Tájar, Íllora, Jete,
Ítrabo, Loja, Nigüelas, Órgiva,Pampaneira, Pinos Genil,
Sayalonga, Soportújar, Tocón, Torre del Mar, Torvizcón, Ventas de
Huelma y Villanueva de Mesía.
El grado VII también se alcanzó, aunque con
una proporción variable en cuanto a los daños causados en los pueblos, en
Acequias, Albolote, Árchez, Atarfe, Benamocarra, Bérchules, Cájar, Cáñar,
Capileira, Cártama, Casares,Comares, Escóznar, Ferreirola, Güevejar,
Guájar Fondón, Lentegí,Málaga, Mecina Bombarón, Mecina Fondales,
Moraleda, Motril,Nerja,Torrox y Vélez Benaudalla.
Con grado VI-VII estarían Caniles, Colomera,
Cozvíjar, Cenes de la Vega, Granada, Lentejí, Híjar, Montefrío, y Mecina
Alfahar; Grado VI fue notado en Alcudia, Ogíjares, Pórtugos…etc”.
De todas las poblaciones, la más
afectada fue Arenas del Rey con todo su caserío destruido, 135 fallecidos, y
253heridos. Se construyó un nuevo pueblo con 25 manzanas de casas a 500 metros
del primitivo. Alhama registró el mayor número de muertos (463), 473 heridos, ¾
de las casas destruidas totalmente, por lo que hubo que construir un barrio nuevo.
Se estiman en casi 10.000 los animales perecidos. En las Ventas de Zafarraya
quedaron asoladas todas las viviendas y se descubrieron 74 cadáveres, siendo 16
los heridos de consideración. También fueron considerables los destrozos de
viviendas y el número de víctimas en Zafarraya, Játar, Jayena, Las Albuñuelas o
Murchas.
Por lo que
respecta a Málaga, mencionaremos el municipio de Periana donde algo más de la
mitad de
las casas se hundieron por completo y el resto quedaron gravemente dañadas,
contabilizándose 44 muertos, 32 heridos
graves y 50 leves. En Alcaucín hubo
134 casas hundidas en el municipio, 22 en el núcleo y 112 en los alrededores, 9
muertos y 5 heridos graves y 50 leves.
En Güevéjar, municipio cercano a
Granada, se deslizó la ladera arrasando 129 casas y dejando maltrechas otras
25, por lo que hubo de edificarse un nuevo pueblo al sur del original.
En cuanto a los efectos
que se provocaron en el terreno podemos referir numerosas aperturas de grietas,
deslizamientos, desprendimientos, hundimientos, licuefacción, alteraciones del
caudal de aguas subterráneas y turbidez de las mismas, emanación de gases e incluso fluorescencias
propiciadas por estos con la fricción.Mapa de isosistas y efectos en el terreno según Vidal Sánchez (1986)
Las noticias de la provincia en los primeros días.
En la edición del día 26 de diciembre
de 1884 El Defensor de Granada ofrece
los primeros datos del fenómeno en lo que afecta a la capital. Aparte de una
relación somera de algunos terremotos ocurridos en la provincia, nos relata que
primero se produjo la oscilación y luego la trepidación con el consiguiente
vaivén de paredes, cristales de ventanas y lámparas, produciendo algunos desperfectos
en la zona de San Jerónimo o en la plaza
del Campillo, por lo que el asustado vecindario sale de inmediato a la calle.
Como quiera que no cesaban las réplicas, a la una de la madrugada y pese a las bajas temperaturas, seguían en
la calle: algunos habían traído mantas y colchones hasta la Carrera de la
Virgen. Esta última información la corrobora dicho diario el día 27 apuntando
que se habían utilizado carros como improvisadas tiendas de campaña y que, a
las 7´30h la gente retornaba a sus domicilios en medio de una lluvia pertinaz y
una temperatura muy baja, sobresaltándose con el ruido más mínimo. Con las
primeras luces del día se pudieron apreciar los daños: desprendimiento de un
sillarejo decorativo en el interior de la catedral cuyo exterior es vallado por
precaución; se desploma un techo en el cuartel de la Merced y en el hospital de
San Lázaro se cuartearon cerramientos, enfoscados de paredes, se desprendió una
parte importante de la cornisa en la
enfermería masculina y tuvo que ser cerrada una sala dedicada a pacientes
femeninas por grandes desperfectos, huyendo los enfermos a los secanos
colindantes.
Ese mismo día se tienen las primeras
noticias de algunos pueblos de la provincia como Albuñuelas. Juan García Jiménez, que había sido mandado por
el alcalde de la localidad a dar parte al Gobierno Civil, nos habla de una
situación dantesca y refería que la mayor parte del vecindario se encontraba en
la plaza llorando y profiriendo alaridos, mientras otros se afanaban desesperados en el desescombro de una casa
cercana al antiguo palacio que poseía allí el arzobispo, donde esa noche había
un velatorio de un niño: sólo lograron recatar a un vecino y 22 quedaron bajo
los escombros de dicha casa. Otro testigo llamado Juan contaba al periódico
granadino que las casas del Barrio Alto y del Bajo se habían hundido, que había
un gran número de fallecidos y los supervivientes acampaban en la plaza y en la
llamada loma y viña de Las Monjas; El
alcalde confirma las malas noticias y solicita alimentos y tropas para
desenterrar los cadáveres.
El primer edil de Alhama en un telegrama refleja que son innumerables los
edificios siniestrados e incalculables las desgracias humanas, solicitando
también socorros a las autoridades.
En Motril
el temblor provoca el pánico entre sus habitantes que salen a la calle, se
registraron varios heridos y la muerte de un anciano provocada por el susto. El
día 13 la ciudad renueva sus votos de 1804 por haber librado en esta ocasión a
Motil de la devastación. De Loja
se habla de un fuerte temblor que trajo consigo el hundimiento de tapias y
tejados, de la gran alarma que cunde entre la gente; en un primer momento se
toman precauciones ante las continuas réplicas y se contabilizan dos heridos y
cuatro desaparecidos. Se hundieron varias casas, hubo grandes desperfectos en el cuartel de la Guardia Civil, se hundió
el techo del convento, se pararon los relojes y se oyeron las campanas de las
iglesias. Todos sus habitantes permanecieron acampados durante la noche en plazas y calles alrededor de las hogueras.
De Otívar se nos habla del
hundimiento de muchas casas y que el resto quedan maltrechas, de cinco
fallecidos y tres heridos graves, huyendo los vecinos hacia el campo. En Béznar
quedan destruidos casi todos los edificios, entre ellos la iglesia, si bien no
hay víctimas que reseñar. En Dúrcal se resquebraja el puente de la carretera y
los viajeros deben hacer trasbordo para continuar su andadura. Ese mismo día se
cuenta que en Lanjarón existen
muchos edificios hundidos aunque no hay que lamentar víctimas personales. En Murchas, sin embargo, la destrucción
es tremenda y muchas las desgracias personales.
El domingo día 28 El Defensor contaba de
Jayena que en dicho pueblo de 1213 habitantes, la mayoría de sus casas
estaban hundidas y el resto en mal estado, había registrados 10 muertos hasta
ese momento y la gente acampa semidesnuda en las eras y los llanos al calor de
las hogueras y pertrechados con algunas mantas. Los testigos relatan
angustiados cómo se oyen los alaridos de los sepultados y del ruido que provoca
el desplome de la iglesia que acaba aplastando las casas colindantes. Nos refieren también de
las heridas que sufren varias parejas de novios que se encontraban en ese
instante “pelando la pava” y que
fueron también muchos los vecinos aplastados en las inmediaciones de las
chimeneas. Ese mismo día se corrobora desde Dúrcal
el hundimiento de muchas casas, y que la iglesia presenta muchas grietas y sus
arcos están desprendidos. La Venta del
Álamo o el Ventorrillo del Pijo
se hunden, muchos sillares del puente descansan sobre el lecho del río y se han
abierto profundas grietas en el paraje conocido como Fuente del Mono. En Restábal
son 8 las casas hundidas: en una de ellas que se estaban celebrando unos
desposorios, la chimenea mata al padre del novio y este resulta herido al ir a
socorrerlo. La población se traslada a las eras ante el temor de nuevos
derrumbes. Se tienen las primeras noticias de Arenas del Rey, donde la destrucción del pueblo es total y
ya se han extraído 40 cadáveres de entre los escombros, solicitándose ayuda
inmediata. De Chite se nos comunica que la caída un muro aplastó a cuatro
jóvenes mientras cantaban por las calles y solo uno se salvó del aplastamiento.
A estas alturas ya se contabilizan en Alhama
un ciento de decesos, en tanto que sigue el rescate de más víctimas en
medio de un gran temporal de lluvia y se solicitan tiendas de campaña para el
refugio de los vecinos. En Murchas
son ya 8 los fallecidos y muchos los heridos, al igual que en Zafarraya. En Loja, en dos cortijos hallan 3
muertos y también aparecen reses y cerdos inertes, en tanto que en Albuñuelas
se registran ya 300 óbitos. De Salar
sabemos de la existencia de muchos heridos en estos primeros momentos, la
iglesia está cuarteada y su torre amenaza con derrumbarse; así mismo está casi
todo en ruinas el palacio de los marqueses y el acueducto, inutilizado. Se
estima que unas 72 familias han quedado en la miseria y desamparado el vecindario ante el azote del
temporal de lluvia y nieve reinante.
El día 29 desde Jayena se critica duramente al Gobernador y a la Diputación
Provincial por el desconocimiento de estos de la magnitud del siniestro y
tachan de pírricas las 1.000 pesetas aprobadas para socorrer a este municipio.
En ese momento declaran que sólo 10 edificios permanecen en pié y que la gente
sigue en las eras sin alimentos y para poder guarecerse del frío, improvisa
barracas con maderas provenientes de las casas hundidas.; además el médico no
da abasto a atender a los heridos y no se dispone ni de medicinas ni material
sanitario alguno. Por otro lado, se observan grietas en el cauce del río que
quedado seco y se dice que las imágenes han sido trasladadas a una ermita. En Alhama ya se puede ver en este
día que la gravedad del suceso es mayor de lo estimado en principio: ya son más
de 120 los muertos, 1/3 de los hogares están destruidos y los otros 2/3 en mal
estado. En tal situación, las autoridades deciden evacuar a las monjas y los
presos de la cárcel. Curiosa fue la actitud de los jornaleros, que se negaron a
extraer cadáveres y esta postura impulsó al ayuntamiento a emitir un bando para
obligarlos a ello. Además la destrucción de los molinos agrava la sensación y
el temor al hambre. Para el día 4 el número de fallecidos se eleva a163, aunque
se sabe a ciencia cierta que hay más entre los escombros, se estiman en 200 los
heridos, 40 de ellos graves y unos 400 contusionados.
Llamativo es el comportamiento solidario de
los habitantes de Talará: ante
la petición de ayuda por parte del alcalde de la vecina localidad de Murchas, todos sus habitantes
acuden de inmediato y en pocas horas rescatan a todos los que permanecían con
vida entre los escombros y también 8 cadáveres, para seguidamente llevarse a
todos los supervivientes de Murchas y los animales hacia Talará.
El
terremoto en La Alpujarra de Granada.
En nuestra comarca, lo primero que se
sabe del devastador terremoto se debe a una escueta noticia procedente de Órgiva y publicada el día 27 por El Defensor en la que se comunica que en
dicha localidad se había sentido el día 25 una brusca sacudida, agrietando
varias casas aunque no hubo que lamentar víctimas.
Albuñol fue afectado de
forma similar a como sucede en otros lugares de la comarca. Una vez que, a
media mañana del día 26, se constata la no existencia de víctimas, son avisados
los molineros de las ramblas para atajar el gran caudal de agua que llegaba al
pueblo al haberse abierto una grieta de grandes dimensiones al este de la
población. Al terremoto le siguieron las lluvias según se desprende del
comunicado del día 1 de enero. Con el paso de los días, el caudal de la Rambla
de Aldayar sigue creciendo debido a los grandes agujeros en el cauce que
expulsan agua de forma violenta. Según la información del día 15, siguen las
temperaturas gélidas, registrándose ese día hasta 6º bajo cero, llegando la
nieve el 17 hasta la misma playa, y tampoco remiten los temblores. La pérdida
de las cosechas de caña y de almendras viene a agravar sobremanera la situación
de una zona ya bastante castigada desde 1883 por la propagación de la filoxera.
Sin embargo, el caudal de las ramblas comienza a mermar de forma notable.
En Almegíjar
se saca el primer día del año 1885 la imagen del Santo Cristo de la Salud en
acción de gracias por no haber ocurrido allí ninguna desgracia humana, aunque
sí se produjeron daños materiales.
Bérchules: Las sacudidas son
permanentes desde el 25, una de las iglesias amanece con el arco toral partido,
al igual que la bóveda que se apoyaba en él y que cubre el tabernáculo; el
resto del edificio presenta los muros grieteados y la cornisa caída. Ante tal
panorama se toma la decisión de desalojar las imágenes y demás objetos de culto,
y los oficios religiosos son celebrados en un altar levantado provisionalmente
cerca de la puerta, mientras la gente participa desde la calle. La otra iglesia
y las escuelas permanecen cerradas por la autoridad municipal, pues se ven sus
muros muy inclinados y amenazan derrumbe. Hay 6 ó 7 casas hundidas y muchos
desprendimientos parciales, por consiguiente se cursa la orden de desalojar 40
viviendas. En el campo: un cortijo se hunde, los frutos se pierden en su
totalidad y la demanda de trabajo es nula.
De Busquístar
se da cuenta el día 4 de enero de que la gente sigue sin volver a sus
domicilios pese al gran frío reinante y, aunque los edificios han sufrido daños
visibles, no hay víctimas personales. A mediados de enero se confirma la caída
de muchas casas y el estado ruinoso de otras, la torre de la iglesia está
cuarteada y el entabacado de la bóveda despegado del muro.
En una crónica remitida desde Cádiar el día 26 se relata que,
momentos antes de las nueve de la noche, durante la cena de Navidad, se siente
un enorme terremoto, con estrepitoso ruido y violentas sacudidas, amenazando
con echar por tierra los edificios durante ¿”un minuto”? Como consecuencia de
esto, se desprendieron piedras de las fachadas de algunas casas y el pueblo
salió despavorido a la calle por temor a verse sepultado dentro de las
viviendas. Acto seguido se enciende una gran hoguera en la plaza, cuyo calor no
llega a toda la concurrencia y, ante la inclemencia climatológica, algunos
deciden volverse a sus hogares al abrigo de la chimenea. Pese a las tres
réplicas posteriores, no hubo que lamentar víctimas. Los antiguos del lugar
declararon que no habían conocido nada similar. Por su parte, el alcalde,
Antonio Alcalá Santiago, y el comandante de puesto de la Guardia Civil
inspeccionaron la villa instantes después, reflejando que el daño más grave
había sido el hundimiento de la chimenea de la vivienda del que fuese alcalde
del lugar, José María Tarifa López.
El día 29 se siente un nuevo temblor
en esta localidad precedido de gran ruido subterráneo. El alcalde exhorta a sus
convecinos a llevar a cabo una función religiosa con rogativas a su patrón San
Blas el día 1 de enero, para lo cual se ponen sobre sus andas las imágenes de
Jesús, la Virgen de los Dolores y del Santo Cristo de la Salud: dicho día, por
la tarde, se celebra la anunciada procesión con gran asistencia de los
cadiarenses. Mientras, el corresponsal del diario al que nos venimos
refiriendo, proyecta para el día 4 de enero la actuación de una estudiantina con tal de recaudar fondos
para las víctimas del terremoto en la provincia, celebrándose por ellas
funerales en la parroquia al día siguiente. La limosna recaudada a petición del
cura y del ayuntamiento se estimó en unos 1.406 reales y la estudiantina
consiguió 107´62 pesetas; hacia el 20 de enero la escuela de niñas había
reunido 9´25 pesetas y 6´25 la de niños. El mismo día 5 de enero hacia las 12h
tuvo lugar otro gran temblor, seguido de varias replicas en torno a las 17´30
que hicieron precipitarse al campo de
nuevo a la gente.
En Cáñar
la torre de la iglesia se partió a causa de una grieta y quedó inclinada hacia
el oeste. El día 3 se dice que la tierra continúa temblando y que un anciano
fue rescatado de su vivienda, si bien sólo padece una contusión. Se celebran
rosarios pidiendo por las víctimas y procesiones en acción de gracias por
librarse del peligro. Se nota aumento de caudal en algunos nacimientos de agua
y disminución en otros.
La de Capileira presenta un estado lamentable después de las
oscilaciones, pues, por la información del día 27, ha perdido la cornisa y
parte del tejado de la fachada principal, está toda grieteada y se desprenden
trozos de la bóveda con el consiguiente peligro. A ello se suma la lluvia que
amenaza con provocar nuevos hundimientos. Aquí hay constancia de al menos una
víctima personal.
De Lanjarón,
puerta de entrada a las Alpujarras, la crónica del día 28 se hace eco de que el
día 25, hacia las nueve y cuarto de la noche y durante 15 ó 16 segundos, la
tierra tembló de forma estrepitosa, saliendo el pueblo a toda prisa a la calle.
Habla de seis réplicas en una hora con ruido subterráneo y un fuerte olor a
azufre, también se anota el recelo del personal y los daños sufridos por
viviendas y el templo; las cañerías quedaron rotas y se carecía, por
consiguiente, de agua potable. El edificio en construcción del balneario estaba
casi destruido en su totalidad y el montante de su reparación se estima en unas
100.000 pesetas. En agradecimiento a no haber tenido que lamentar la pérdida de
ninguna vida humana, sus habitantes hacen voto público a todos los santos.
En Lújar
el gran número de réplicas desde el 25 no ha supuesto ninguna pérdida de vidas
humanas, pero sí se celebran funciones religiosas de rogativas y acción de
gracias.
Ferreirola se vio así mismo
afectada por el sismo de Navidad, destacándose en el relato periodístico la
actuación del Secretario local que, en compañía de sus hijos, salvaron a varias
personas en peligro. El vecindario, alarmado por las réplicas, tras orar a las
puertas de la iglesia, abandona el lugar. El día de Año Nuevo saldrá en
procesión la Santa Cruz, realizándose donativos a la misma para comprar
lámparas para esa iglesia y la de su anejo, cuya torre se nos dice que está
desnivelada, pero no ofrece peligro; se anotan además la existencia de muchas
casas agrietadas y unas pocas hundidas parcialmente.
En Mecina
Fondales declaran que la población sigue el día 26 aún presa del pánico
tras la fuerte sacudida de la jornada anterior.
Muchos hogares se han hundido y ante la inseguridad que ofrecen las
viviendas que todavía permanecen en pie, la gente decide pasar la noche del
terremoto en la calle; se celebra un oficio religioso en la iglesia para
implorar la misericordia divina, a pesar de que la torre estaba cuarteada,
negándose por eso el sacristán a repicar las campanas.
Tras las nuevas sacudidas del día 5,
sólo quedaba ya una docena de casas seguras en pie y la gente huye de nuevo al
campo dejando el pueblo desvalido, razón
por la que el alcalde y sus colaboradores deciden vigilar el caserío a fin de
evitar saqueos en él. El pánico reina incluso en las chozas y los vecinos ven
cómo las casas se desmoronan poco a poco. Además se interrumpen todas las
actividades escolares así como las labores del campo y la emigración se postula
como única salida en el horizonte si no cesa el temporal y los seismos o no llega con premura la ayuda de las
administraciones.
En Fondales,
su anejo, las casas están igualmente ruinosas.
También de Mecina Bombarón se informa el 26 de diciembre del temblor
registrado el 25, que trajo como consecuencia inmediata la caída de una casa en el barrio de Algaidar
y el resquebrajamiento de otras seis en otros enclaves de la población,
presentando grietas alrededor de cincuenta, debido al corrimiento del terreno.
El terremoto del día 5 de enero vuelve a sembrar la incertidumbre en la
población y agrava aún más el mal estado de las viviendas. Ese día cayeron
varias piezas de los retablos de la iglesia, entre ellos una columna del de la
Virgen de los dolores, viéndose también afectado el arco toral, los tirantes y
muros. Se derrumban nuevos edificios, muchos animales perecen en sus cuadras o
establos, pierde caudal la fuente principal de la carretera y se anegan las
acequias. El párroco promueve la formación de una comisión para recaudar fondos
y solidarizarse con los pueblos más afectados. Esta cuestación consigue reunir
2128 reales y son remitidas a partes iguales al Gobernador y al arzobispo. A
finales de mes la situación se agrava pues hay 50 casas a punto de caerse y
prosigue el frio y las nevadas, amén de encontrarse las personas jornaleros sin
faena. En torno al 20 de febrero las autoridades locales ordenan el desalojo de
manzanas enteras de casas ante la inminente ruina: en varios puntos del pueblo
se han abierto grietas de hasta dos metros de anchura y de gran profundidad, al
tiempo que el terreno se sigue deslizando por las corrientes de agua tanto
superficiales como subterráneas, temiéndose que pase lo mismo que en Güevéjar.
Gracias al comunicado del 27, sabemos
de Murtas que la intranquilidad
se apodera del vecindario y, sobre todo, del estupor de los ancianos ante el
suceso. No hubo fallecidos, aunque sí varias viviendas quebrantadas, y llueve y
nieva sin parar desde entonces.
En Narila
el día 7 de enero siguen acampados los vecinos al aire libre. Ante los
desperfectos en las viviendas y la negativa de los vecinos a volver a ellas,
Ricardo Reinoso acoge a varias familias en la suya y ordena construir chozas en
un huerto de su propiedad.
De Nechite
nos comunican que se han agrietado todas las casas y que hay alteraciones de los
cauces en Mecina Alfahar donde
se han notado así mismo gases malolientes.
Órgiva: Ampliando la
información inicial, por la crónica enviada desde esta localidad el día 28,
conocemos que justo después del gran temblor del 25, los vecinos se concentran
en la puerta de la iglesia que es abierta para el rezo del Rosario y se suplica
al Cristo de la Expiración, en tanto que se decide celebrar una función de
gracias para el día1. Algunas personas aseguraron haber visto una gran luz o
globo de fuego que, partiendo de Sierra de Lújar, se dirigía a Sierra Nevada.
El 7 de enero se afirma que en este lugar no logran el sosiego desde el 25 del
pasado mes, pues se han caído 11 casas, 7 de ellas después del terremoto del la
víspera de Reyes, y la iglesia sufre importantes desperfectos; dos ancianos pierden
la vida presos del miedo. A un comerciante de vinos y licores se le hunde el
techo de su establecimiento y pierde unas 200 pesetas en género, aunque le dio
tiempo a abandonar el local junto con los clientes que en él se encontraban. El
día 12 se comunica que el ayuntamiento y la cárcel, que ya se hundieron en 1881
están en mal estado y se tienen que desalojar la secretaría, el archivo y el
salón de plenos, pasando los presos a ser realojados en dos dependencias de la
planta baja del inmueble. Algunos
vecinos declaran que han creído observar retrasos en la salida y puesta del
sol, concluyendo que las montañas cercanas han elevado su altitud, en especial
la Sierra de la Contraviesa. Los frecuentes temblores han hecho aflorar más
grietas en el terreno.
En Pampaneira
la noche del 25 de diciembre el terremoto sacó a todos de sus hogares y fueron
a refugiarse y rezar en el templo, pero una nueva sacudida les obliga a salir y
pasar la noche en las eras. Mientras llega el nuevo día para evaluar los daños,
deciden rezar el Rosario. También sabemos de la disminución del caudal de las
fuentes, brotando algunas de ellas muy
turbias.
En Pitres
se habla también de grandes estragos en casi todo el caserío, durmiendo
sus inquilinos a la intemperie, en tanto que la torre de la iglesia amenaza con
desplomarse. Se suceden los actos religiosos a la Virgen del Rosario y San
Roque, mientras el rezo del rosario tiene lugar todas las noches por las calles
desde el comienzo de los temblores. El pavor sigue reinando entre los vecinos
pues los temblores no cesan y la falta de recursos y trabajo domina sus
pensamientos. En una carta del 6 de febrero se expone que el día uno de dicho
mes se hundieron 2 casas que estaban resentidas a causa de los terremotos, pero
no han ocurrido desgracias. Desde el 25 de enero no han cesado las oscilaciones
y los temporales de nieve que no cesan, preludian más derrumbamientos de edificios.
Mientras tanto, todos los vecinos, ayudados por el cura y el alcalde, se afanan
en rescatar todos los enseres posibles de los escombros. A finales de febrero,
los terremotos, la lluvia, la nieve y las heladas han arrasado con lo poco que
quedaba vivo en el campo tras epidemia de oruga del año anterior; el desplome
de cámaras, trojes o graneros, por los temblores o por la carga de nieve
soportada, han sepultado el poco grano que quedaba para abastecerse, con lo que
se teme al hambre de continuar así el panorama.
De Polopos
sabemos que en dicho pueblo hubo varias desgracias ya que el secretario del
ayuntamiento resultó herido y hubo 12 casas hundidas, que dando sepultada una
anciana en una de ellas.
En Pórtugos,
donde ya se había denunciado el mal estado de conservación del templo tras los
terremotos del 25 de diciembre y del 5 de enero, se teme su desplome total.
Rubite
notó
acusadamente el terremoto del 25que acabó causando graves daños a la iglesia,
la casa consistorial y algunas viviendas, así como también hubo que lamentar
pérdidas de animales y enseres, pero sin víctimas personales. Tampoco aquí se
olvidaron de implorar a lo divino. En
una carta de fecha 24 de enero, Antonio Vázquez López contaba que los temblores
no habían cesado por entonces y que la alarma en el pueblo era constante.
Continúa diciendo que ese día había habido otra sacudida de regular intensidad
y de dos segundos de duración. En las casas siguen apareciendo grietas y otros
desperfectos, teniendo miedo sus moradores de albergarse en ellas; el estado
del templo es aún peor pues la torre está toda agrietada y en la cúpula del
altar mayor se habían abierto rajas anchas y largas, amenazando con caerse.
Además agrega que la situación es penosa no sólo en Rubite, sino en toda la
comarca, ya que las viñas fueron devastadas por la filoxera y la tormenta de
septiembre de 1884 acabó con las cosechas antes de su recolección. A esto hay
que unir la angustia de unos labradores asfixiados por los tributos,
especialmente por el impuesto de Consumos, que sigue gravándolos como si las
tierras estuviesen a pleno rendimiento. Acaba proponiendo este vecino la reanudación
de los trabajos en la carretera de Tablate-Albuñol como medida urgente para
reactivar la economía local y paliar mínimamente la situación actual de la
comarca. En febrero, tras visitar una comisión el pueblo para evaluar los
daños, se hundieron 6 casas dañadas por los terremotos, en tanto que existen
alrededor de 40 cuya situación es límite, al incidir negativamente en ellas el
inacabable temporal que aumenta, aún más si cabe, la carestía de alimentos y la
miseria de los pobladores.
En Soportújar
tampoco se produjeron desgracias personales, pero sí que se tuvo mucho miedo, a
tenor de la información que nos llega el 7 de enero de 1885. También en este
caso los vecinos resuelven irse al campo ante los continuos temblores, buscando
cobijo en chozas provisionales. Muchos edificios del pueblo presentan un
aspecto ruinoso y amenazan con derrumbarse, las faenas del campo quedan
suspendidas y se realizan procesiones de rogativa por ellos y por los pueblos
más afectados en la provincia. De nuevo, el día nueve, otro temblor siembra la
zozobra entre los habitantes del lugar y se repiten las mismas reacciones. A
finales de febrero los continuos temblores y la duración del temporal de nieve
propician el aumento de desperfectos, siguen paralizadas las labores del campo
y peligra la próxima cosecha por los daños causados en los predios o por no
poder sembrar a tiempo. Los cauces de agua disminuyen su caudal y presentan
turbidez.
El día 6 se procesiona en Sorvilán a la Virgen, San José y
San Cayetano por haberles librado de los terremotos y se abre una suscripción a
favor de las víctimas que llevaba recaudado hasta ese instante 80 pesetas.
Torvizcón supone un caso
curioso pues, aunque los expertos hablan de que el terremoto de diciembre se
sintió allí con gran intensidad, no se tiene noticia alguna sobre daños o
desperfectos, y lo único que se reclama desde este lugar es la construcción de
un ramal que conecte el pueblo con la carretera de Tablate-Albuñol.
En Trevélez,
coincidiendo con una fuerte nevada, no hubo que lamentar víctimas, pero el
pueblo, temeroso, acampa en las eras después de limpiarlas de nieve que
alcanzaba casi el metro de espesor. Como en la mayoría de los lugares en tales
circunstancias, se acude a lo sagrado en busca de protección y, por eso, el día
26 el párroco de la localidad, Velasco y Molina, organiza una función de acción
de gracias, proyectando otra en días venideros a San Antonio, patrón del lugar.
En febrero se sigue con la adversidad climática, lo que deriva en enfermedades
respiratorias, en parte debido a que gran parte del vecindario no ha regresado
a sus hogares y sigue cobijándose en improvisadas chozas. Para estas fechas se
llevan reunidos 600reales y 6 fanegas de trigo para las víctimas que han sido
convenientemente enviadas al Gobernador y al arzobispo en la misma proporción.
La población de Turón también sintió la sacudida el día de Navidad en torno
a las 21´15h, la cual es comparada con una estampida de miles de cabezas de
ganado, y el sonido de las campanas, como si anunciasen el fin del mundo. Poco
después comienza una lluvia pertinaz que dura varias jornadas. Sentidos también
los terremotos del 3 y 5 de enero, se celebran varias funciones religiosas,
entre ellas una misa de réquiem por
las víctimas y en una colecta se recaudan 2.061 reales.
Por una carta del corresponsal de Ugíjar, publicada el día 14,
conocemos de la caída de varias casas el mismo día 25 de diciembre y de otras
que precisan ser derribadas, sufriendo la iglesia desperfectos. Tras el temblor
del día 5 de enero el miedo se hace más evidente entre la población y muchos
vecinos deciden pasar las noches en el campo aun con las bajas temperaturas que
se registran. Se promueven funciones religiosas en las que se invita a la
caridad a unos vecinos que ya de por sí vivían en acusada pobreza.
Evaluación
de los daños y ayudas.
Como ya se ha avanzado, El Defensor de
Granada comienza a publicar noticias sobre el terremoto al día siguiente de
producirse este, pero no es hasta el 27 cuando se conoce realmente la gravedad
de los hechos. El director de este periódico hace una llamada solicitando ayuda
al Gobierno Central, autoridades provinciales, prensa nacional y abre una
suscripción a través de su diario con tal de recaudar fondos para las víctimas
de forma inmediata y poder llevarlos a los damnificados a la mayor brevedad
posible. Él mismo en persona inicia una visita a los pueblos más castigados el
primer día de enero de 1885 y hace entrega de las primeras ayudas procedentes
de las donaciones a su periódico; los viajes de este comprometido intelectual a
las zonas afectadas fueron numerosos y se prolongaron hasta finales del mes de
marzo. En jornadas sucesivas se van distribuyendo entre los afectados víveres,
ropa, tiendas de campaña, etc, tal como se puede ver en las ediciones de dicho
medio: por ejemplo, los primeros auxilios no llegan a Alhama hasta el día 4 de
enero, lo que provoca un profundo malestar entre las autoridades, vecinos y
personal sanitario, sobre todo hacia las figuras del Gobernador y el Capitán
General de la región por no mandar socorros hasta que no hubieron recibido
órdenes de Madrid, por lo que el material que se necesitaba fue llegando al
principio de forma más pausada de lo que la gravedad del asunto requería; ya a
comienzos de Febrero, podemos observar en el Boletín Oficial de la Provincia
cómo las ayudas suministradas por el Gobierno Civil tienen una mayor fluidez. El gobernador de Granada ordenó a los alcaldes de los
pueblos de la provincia que informasen a diario sobre los daños y que
elaborasen listas de víctimas,
supervivientes y de las necesidades que les urgían. La Diputación Provincial también
va a nombrar una Comisión Provincial y llega a enviar hasta ocho delegaciones a
los pueblos a fin de tener un conocimiento exhaustivo de los daños causados por
el temblor. Así mismo se van a instalar los llamados Hospitales de Sangre en Alhama, Padul y Arenas del Rey.
Mientras tanto, en los pueblos, son
los propios vecinos quienes llevan a
cabo en primera persona el rescate y atención a sus paisanos y, para coordinar
mejor las acciones y decisiones que se tienen que tomar, se forman las Juntas
Locales de Socorros que estaban conformadas por el alcalde y otras autoridades
locales, el párroco, el médico y el síndico de cada municipio, así como por los
mayores contribuyentes. Entre sus tareas estaba la de distribuir los socorros
según las necesidades de los vecinos.
La primera reacción al conocer la
noticia fue de incredulidad, en especial en Madrid. La prensa de la capital de
España creyó en un principio, echando mano del tópico, que se trataba de una
exageración propia de andaluces. Cuando se percataron todos de la verdadera
magnitud de la tragedia, enseguida se articula una campaña de solidaridad casi
sin precedentes. En Andalucía y el resto del país se recogieron fondos, comida
y enseres para socorrer a los afectados. El Gobierno, mediante suscripción
recaudó 6.524.492´5 pesetas y el Defensor llevaba recaudado a finales de marzo
49.533 pesetas. Colaboradores destacados con esta cuestación solidaria fueron
El diario madrileño El Imparcial, El Círculo de la Unión Mercantil de Madrid,
el Instituto de Fomento del Trabajo de Barcelona o las distintas comisiones de
Auxilios de México, Uruguay o Cuba. Así
la ciudad de Barcelona envió 157.925 pesetas y 274.530´35 el Instituto de Fomento del Trabajo Nacional:
con este último donativo se construyeron 70 viviendas en Arenas y se ayudó a
pueblos como Játar, Jayena o Murchas. Cantidades importantes también llegaron
de países extranjeros como Alemania, argentina o Inglaterra. El Papa León XIII
dona 40.000 pesetas y, gracias a la Sociedad
Benéfica Andaluza en La Habana y El
Casino Español, se reconstruyeron Canillas de Aceituno en Málaga y El lugar
denominado Ventas de Zafarraya, al que se quiso denominar Nueva Habana por la
generosidad demostrada por la capital cubana: de hecho en algunos diarios
granadinos de finales de siglo se le llama así, pero a posteriori se quedó con el nombre primitivo.
Alfonso XII visita la zona siniestrada
entre el 10 y el 20 de enero: de las arcas de la Corona hasta el 27 de febrero,
según refleja la Gaceta de Madrid, se habían aportado 145.675 pesetas en total
para distribuirlas entre los pueblos de Granada y Málaga. Poblaciones como la
de Alhama recibieron de esta institución 33.075 pts, 14.237´50 Albuñuelas,
Vélez- Málaga 21.800 ó 6.650 Periana.
Uno de los problemas más acuciantes
era el poder dar cobijo a los desvalidos ciudadanos entre tanto se construían
las nuevas viviendas o se reparaban las antiguas, máxime cuando las gentes acampaban a la intemperie y la
climatología estaba contribuyendo a aumentar el número de decesos. Para
solventarlo se construyeron un total de 698 casetas de madera para toda la
provincia de Granada.
Para llevar a cabo la reconstrucción
de los pueblos dañados por el terremoto el 13 de abril de 1885 se crea una
Comisaría Regia, al frente de la que se va a situar a Fermín Lasala, cuyo
cometido será el de controlar el proceso de reedificación y supervisar el uso
adecuado de los fondos obtenidos para socorrer a las víctimas. Dicha Comisaría Regia
determinó que sufragaría hasta un máximo del 75% de la tasación realizada para
la rehabilitación o reconstrucción de los edificios con los recursos obtenidos
de la suscripción nacional, adelantando un 50 % del coste estimado para cada
vivienda y el monto restante al finalizar la obra, tras el oportuno peritaje.
Los auxilios concedidos a los vecinos de los pueblos se hicieron en función de
la contribución que pagaban los edificios afectados: un 60% para los que
pagaban entre 25 y 50 pesetas, el 45% para los que satisfacían entre 50 y 75, y
un 30% a los que tributaban entre 75 y
600 pesetas. Este modelo de distribución de los socorros va a propiciar que se
dispare la picaresca, declarándose valores irreales de muchas de las viviendas
en las solicitudes. Por eso, muchas de las mismas acaban siendo denegadas al
descubrirse el intento de fraude.
A tenor de la memoria elaborada por el
Comisario Regio, el número de solicitudes presentadas fue de 18.446, de las
cuales fueron atendidas 16.002 y 2.444 rechazadas por diversos motivos, siendo
12.345 el total de personas que percibieron la ayuda económica a través de este
organismo y cuyo gasto en dichos menesteres fue de 2.414.675´25 pesetas. La
construcción y reparación de las viviendas será una ardua tarea que se va
prolongar durante hasta finales de verano de 1887. Esta Comisaría Regia se
encargó de la reconstrucción de los lugares de Alhama, Periana, Arenas,
Zafarraya, Güevéjar y Albuñuelas. Gran aportación a la reconstrucción de Arenas
del Rey y Játar se debió al Instituto de
Fomento del Trabajo Nacional de Barcelona; Chite, Melegís y Restábal fueron
ayudados por la misma entidad de Bilbao; Murchas por la Diputación Provincial
de Granada, el Gobierno Civil y el Arzobispado, mientras Santa Cruz de Alhama
fue socorrida por el Círculo de la Unión
Mercantil de Madrid, de ahí que pasara a llamarse Santa Cruz del Comercio.
Los
socorros a La Alpujarra
Den los 104 pueblos malagueños o
granadinos que solicitaron ayudas para rehabilitar inmuebles destruidos o
afectados por el terremoto, fueron auxiliados 101, quedando fuera de dichos
socorros tan sólo tres pueblos de la Alpujarra. El montante total tasado por la
Comisaría para ayudar los pueblos de esta comarca fue de 92.743´82 pesetas, de
las cuales sólo fueron sufragadas 46.601´87 para los vecinos de Bayacas, Cáñar,
Capileira, Mecina Fondales, Órgiva y Soportújar. Para la restauración de los
templos se contó con una partida liberada por el Ministerio de Gracia y
Justicia que ascendía a 517.545 pesetas. Por la memoria elaborada por el Comisario
Regio sabemos también que en 1885 estaban acometiéndose reformas en los de
Carataunas, Cojáyar y Mairena; a comienzos de 1889 se liberan más de 30.000
pesetas para el arreglo de la iglesia de Mecina Bombarón.
Pueblos
|
Nº
Solicitudes
|
Cuantía
Aprobada
|
Cuantía
Entregada
|
Diferencia
|
Bayacas
|
52
|
12.257´60
|
9.953´90
|
2.304´70
|
Cáñar
|
81
|
25.546´99
|
24.760´39
|
786´60
|
Capileira
|
20
|
2.700
|
2.274´50
|
425´50
|
Carataunas
|
41
|
8.084´45
|
0
|
8.084´45
|
Mecina
Fondales
|
25
|
5.153´01
|
3.674´45
|
1.478´56
|
Órgiva
|
6
|
4.324´54
|
2.995´88
|
1.328´66
|
Pampaneira
|
88
|
17.195´55
|
0
|
17.195´55
|
Rubite
|
50
|
11.914´88
|
0
|
11.914´88
|
Soportújar
|
18
|
5.566´80
|
2942´75
|
2.624´05
|
TOTALES
|
381
|
92.743´82
|
46.601´87
|
46.141´95
|
Fuente: “Memoria del Comisario Regio…” Elaboración propia.
El número solicitudes no satisfechas
en La Alpujarra, pese a su aprobación inicial suponen más de la mitad de las
381presentadas y cuya cuantía asciende a un 49´75% de lo concertado con los
pueblos alpujarreños. Entre los motivos esgrimidos por no haber satisfecho
íntegramente las cantidades solicitadas, a parte del la alteración del valor
catastral por parte de algunos vecinos, están también: la caducidad de los
vales emitidos por canjearlos fuera de tiempo o el incumplimiento de los
requisitos. Pero también hubo individuos que, aun habiéndoles sido concedidas
las ayudas, las recibieron con retraso o ni siquiera llegaron: este es el caso
de un vecino de Cáñar que resultó herido en el terremoto y falleció a los ocho
meses del mismo y, aun siendo beneficiario de los socorros de la Comisaría
Regia, en agosto de 1886, su familia seguía reclamando la ayuda concedida.
Como se puede observar, tres fueron los
municipios alpujarreños que no percibieron absolutamente nada, pese a que, en
principio tenían aprobadas las cantidades solicitadas. Desconocemos los motivos
por los que fueron anulados dichos vales en Carataunas y Pampaneira; bien
diferente es el caso del pueblo de Rubite. En dicho lugar, según el informe
elaborado por el Defensor de Granada,
el número de casas existentes en ese momento en el núcleo principal eran unas
200: 6 fueron destruidas por completo por el terremoto, 30 quedaron
inhabitables y también fueron arrasados el edificio del pósito y el del ayuntamiento.
A esto hay que añadir la pérdida en ajuares, pertrechos y utensilios. La
tasación en pérdidas estimadas por este diario ascendería a 32.635 pesetas. Por
su parte, la Comisaría Regia aprobó en su momento la cantidad de 11.914´88
pesetas. El porqué no fueron satisfechas resulta bastante difícil de
comprender, por no decir rocambolesco, tal y como denunciaba Francisco
Antequera en una larga y dura queja en marzo de 1889, casi cinco años después
del suceso, y que reproducimos buena parte de ella a continuación:
“…En efecto, señor Director: en la época de los
terremotos á que nos referimos, la
comisión designada para reconocer los perjuicios y desperfectos ocasionados por
aquellos, se dignó visitar también á Rubite, encontrando como no podía menos de
suceder, que era desgraciadamente una triste verdad cuanto se había descrito; y
por consecuencia de que era verdaderamente justísimo y bien fundado cuanto se
solicitaba. Hiciéronse pues las oportunas investigaciones: tomáronse los datos
debidos; y á su debido tiempo también la Comisaría Regia libró discretamente
una proporcionada cantidad para remediar los estragos. Desígnanse los
propietarios perjudicados. Hácese la distribución: publícase oficialmente; y cuando estos humildes habitantes esperaban
ansiosos el momento deseado, ven con sorpresa indescriptible venir la Comisión
con el dinero, en ocasión en que faltaban precisamente las autoridades civil y
eclesiástica, y marchándose después de unos cuantos minutos, alegando para ello
la falta de dichas autoridades y asegurando su vuelta dentro de los tres días
siguientes.
Pasó el tiempo señalado;
sufrió el desdichado pueblo el primer desengaño: Hiciéronse reclamaciones que
desoyeron: dirigiéronse solicitudes que despreciaron: se apeló á las súplicas y
á los ruegos. Todo en vano. ¿Y el resultado? Consecuencia lógica también de tan
enojoso comportamiento. Vedlo sinó, en multitud de pobres desvalidos
refugiándose en la morada del vecino compasivo, temeroso de que un hundimiento
viniera á sepultarlo en el mísero rincón donde antes se reclinaba. Otros, que
maldicientes y desesperados pasan el tiempo haciendo falsos apuntalamientos, no
más para entretener de algún modo la ruina que les amenaza; y lo que es más
doloroso aún, sangre que ha costado ya el desprendimiento de algunos pedazos de
pared donde se abrieron grietas enormes que sus dueños en su mísera escasez no
pudieron tapar(…)
¿Que no
hay dinero decís? ¿Que se han acabado los fondos que había destinados á tan
laudables fines? ¿Que es tarde ya para suspirar por lo que legítimamente
corresponde á este desdichado pueblo? Preguntad á Mecina Bombarón cuántos días
hace que le entregaron sus treinta mil y pico de pesetas para reparo de su
iglesia…”
Pero
la cosa no quedó ahí. Lo peor estaba por venir. Según relataba el juez de dicho
pueblo, Antonio Vázquez, quien también
había sido médico del mismo durante muchos años, el temporal de lluvia que se
desencadena a partir del 18 de febrero de 1892 y que se prolonga durante un mes, aparte
de impedir el desarrollo de las tareas cotidianas en el campo, dejó a este
apenas sin cubierta. Además de ratificar lo anteriormente expresado, certifica
que las casas dañadas por aquel entonces ya no pudieron aguantar más, y que, en
concreto, entre el 7 y 9 de marzo se vinieron abajo más de 60 viviendas, por lo
que hubo que rescatar a varias familias, si bien no se tuvieron que lamentar
víctimas mortales. Ante tal situación el pueblo permaneció refugiado en la
iglesia hasta que no cesó el temporal.
Tan
sólo 5 ó 6 víctimas mortales constatadas en toda la comarca: nada comparable
con lo sucedido en El Temple, El Valle de Lecrín o La Axarquía, pero ante
semejante ruina, como casi siempre, el abandono por respuesta. Como, por
desgracia, se exclamaba en los medios escritos provinciales de la época más de
una vez:
¡POBRE ALPUJARRA!
Fuentes y
bibliografía
Archivo de la Diputación de
Granada:
-Boletín
Oficial de la Provincia de Granada: diciembre 1884, nº: 298; enero 1885, nº
Extraordinario del día 5; Febrero 1885, nº: 27, 28, 29, 31, 32, 33, y 34.
Correo de Sevilla:
- Nº 100 de 12 de
septiembre de 1804.
Defensor de Granada:
-Números 1531 – 1612(del 26 de diciembre de 1884 hasta el 31 de marzo de 1885).
El Faro:
- Francisco- Fermín Jiménez.
“TERREMOTOS…qué Pascua la de aquel año 1884”, 13 de
enero de 1987.
-Memoria del Comisario
Regio. . . para la reedificación de los pueblos destruidos por los terremotos
de Málaga y Granada. Imprenta de Manuel Minuesa de los Ríos.
Madrid. 1888.
-Burgos Madroñero, M.,
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Almería”, en El estudio de los terremotos en Almería,
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-Galbis
Rodríguez, José. Catálogo sísmico de la
zona comprendida entre los meridianos 5º E y 20ºW de Greewich y los paralelos
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-Guerrero
Montero, Francisco Miguel. “Terremotos y desastres naturales en la
provincia de Almería en el siglo XIX”. Farua, 8, 2005.
-
Ponce Molina, Pedro. “El terremoto de
Dalías de 1804. Espacio y Sociedad”. Farua, 8, 2005.
-Martínez
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