Fue a finales del pasado mes de junio cuando doña Telesfora Ruiz, la poderosa “ministra” de la Inmovilidad de Granada, inauguró a bombo y platillo el LACC(línea de alto cabreo ciudadano)(1). Exactamente, si no recuerdo mal, el 29 de junio. En estos días se cumplen, pues, los seis meses de tan transcendental acontecimiento.
Vengo siguiendo desde la mencionada fecha la abundante literatura que el LACC está produciendo y, la verdad es que, hasta ahora, no he visto ni un solo comentario a favor. La pluma más crítica es, sin la menor duda, la de Gregorio Morales, pero ni es el único en arremeter contra el imponderable LACC ni sus argumentaciones han sido hasta ahora refutadas. Los comentarios que vengo oyendo en la calle tampoco son mejores.
En honor a la verdad quiero sacar a relucir algunos aspectos positivos de la hazaña de doña Telesfora, la fiel cumplidora del rutilante programa del alcalde Torres Hurtado. Lo mejor de todo, lo que más llama la atención de cualquier observador imparcial, es el magnífico servicio que esta ilustre y denodada señora está haciendo en pro de la salud de los granadinos. Al no contar, a la hora de ir a cualquier parte, con un servicio de autobuses en condiciones, a los granadinos no nos queda mas solución que andar; y andar, como no cesan de repetir todos los médicos, mejora nuestra salud, agiliza nuestros músculos y estiliza nuestra silueta. Al paseo normal, acera arriba o acera abajo, hay que añadir el paso ligero, -a veces se convierte en carrerilla-, a que nos obligan todos los cruces de calles con los semáforos reducidos a tiempos mínimos, extraordinariamente eficaz para activar nervios y músculos en estos días de frío y escarcha. Ayer, en el paso de peatones del Puente Blanco, oí a un niño que le gritaba a una vieja: “¡Corre, abuela, que viene el LAC!”. Era de ver cómo corría la señora, incluso daba saltitos. Un gracioso, que contemplaba el espectáculo desde el lado opuesto, comentó con humor: “Esa ya no tiene necesidad de ir al gimnasio.” Claro que no: le bastaba con cruzar tres o cuatro pasos de peatones para obtener los mismos beneficios. Un significativo ahorro que debemos valorar todos los granadinos. Por lo que a mí respecta lo puedo asegurar con el mayor orgullo y veracidad: antes de Francisco Gil Craviotto la instalación del LACC pesaba sesenta y seis kilos y ahora, después de seis meses de paseos y carrerillas en los pasos de peatones, sólo llego a sesenta y cuatro. ¡Dos kilos de peso menos gracias a doña Telesfora y el LACC! Todo mi agradecimiento para ambos. Esto de pesarme al menos una vez al mes y anotar lo que dé la balanza fue el consejo de un médico francés amigo mío. ¡Quién me iba a decir entonces que, andando el tiempo, su consejo me iba a servir para testificar a favor del LACC!
¿Y qué me dice el lector del aspecto pedagógico de los pocos autobuses que la denodada dama nos ha dejado en activo? Esas impresionantes letras que aparecen en el frontispicio de todos los autobuses rojos no han sido elegidas por capricho o azar, sino que corresponden a una sabia lección de geografía. Ponga atención el lector: La N quiere decir Norte; la S corresponde al Sur; la E, al Este y la O, al Oeste. ¿Se da cabal cuenta el sufrido lector de la razón por la que los pocos autobuses que han quedado en servicio han perdido aquellos anticuados números y ahora todos llevan letras? Para que, al tiempo que hacemos trasbordos y más trasbordos, aprendamos los puntos cardinales. Meritoria labor, claro que sí. Antes de que doña Telesfora tomara la sartén por el mango nadie sabía, por ejemplo, que Huétor Vega y Cájar están al Este de Granada y Maracena y Pinos Puente al Oeste; ahora todo el mundo lo sabe. Toda una sabia lección que debemos agradecer. Una vez más se cumple el adagio de nuestros antepasados: “Mens sana in corpore sano”. Cuerpo sano porque, gracias a doña Telesfora, todos los granadinos nos hemos convertido en grandes andariegos y mente sana porque ya sabemos los cuatro puntos cardinales.
Pero no termina ahí la aportación pedagógica de doña Telesfora. Hay más, mucho más. Me refiero sobre todo a una aportación matemática que también nos deja conmovidos. Como nadie, salvo el alcalde y la mencionada señora, sabe la cantidad exacta en que se ha montado la broma de los autobuses, el LACC y sus derivados (viajes a Alemania, acomodación de calzadas y aceras, formación de nuevos conductores, etc.,), se convierten en problema de alto nivel matemático, que sólo los grandes expertos en trigonometría y ciencias exactas acaso lograrán resolver. Todo un desafío a la inteligencia de los sesudos matemáticos de nuestra ciudad. ¿Habrá alguno que logre despejar la incógnita y consiga averiguar en cuántos millones se ha montado la aventura de los autobuses de Granada?
He dejado para el final el argumento más meritorio a favor del LACC: la asombrosa creación de puestos de trabajo. Me refiero a Alemania, naturalmente. Es indudable que los equis autobuses que nos han llegado a Granada no han caído del cielo. Ha habido una fábrica -Mercedes- Benz, en este caso-, que los ha construido, los ha vendido (¿Habrá necesidad de añadir “a un precio de amigo”?) y los ha transportado hasta Granada. Todo eso crea empleo, mueve capitales y ayuda a que poderosas multinacionales sigan activas y la industria alemana cada día en más auge. ¿Habrá algún mentecato que salga con la cantinela de que en España también se fabrican autobuses? A todos los que así piensan les respondo con un argumento que no tiene vuelta de hoja: el patriotismo de doña Telesfora salta límites y fronteras y nos hace a todos los granadinos ciudadanos del planeta Tierra. Esta vez ha hecho parada y fonda en Alemania; otra lo puede hacer en China, Japón o Costa de Marfil. ¿Se puede pedir más?
Meditando en todo lo anterior he llegado a la conclusión de que los granadinos estamos en deuda con doña Telesfora y, deseoso de desfacer el entuerto, ayer, que me sentí un poco inspirado, inicié este poema en su honor. Helo aquí:
Vengo siguiendo desde la mencionada fecha la abundante literatura que el LACC está produciendo y, la verdad es que, hasta ahora, no he visto ni un solo comentario a favor. La pluma más crítica es, sin la menor duda, la de Gregorio Morales, pero ni es el único en arremeter contra el imponderable LACC ni sus argumentaciones han sido hasta ahora refutadas. Los comentarios que vengo oyendo en la calle tampoco son mejores.
En honor a la verdad quiero sacar a relucir algunos aspectos positivos de la hazaña de doña Telesfora, la fiel cumplidora del rutilante programa del alcalde Torres Hurtado. Lo mejor de todo, lo que más llama la atención de cualquier observador imparcial, es el magnífico servicio que esta ilustre y denodada señora está haciendo en pro de la salud de los granadinos. Al no contar, a la hora de ir a cualquier parte, con un servicio de autobuses en condiciones, a los granadinos no nos queda mas solución que andar; y andar, como no cesan de repetir todos los médicos, mejora nuestra salud, agiliza nuestros músculos y estiliza nuestra silueta. Al paseo normal, acera arriba o acera abajo, hay que añadir el paso ligero, -a veces se convierte en carrerilla-, a que nos obligan todos los cruces de calles con los semáforos reducidos a tiempos mínimos, extraordinariamente eficaz para activar nervios y músculos en estos días de frío y escarcha. Ayer, en el paso de peatones del Puente Blanco, oí a un niño que le gritaba a una vieja: “¡Corre, abuela, que viene el LAC!”. Era de ver cómo corría la señora, incluso daba saltitos. Un gracioso, que contemplaba el espectáculo desde el lado opuesto, comentó con humor: “Esa ya no tiene necesidad de ir al gimnasio.” Claro que no: le bastaba con cruzar tres o cuatro pasos de peatones para obtener los mismos beneficios. Un significativo ahorro que debemos valorar todos los granadinos. Por lo que a mí respecta lo puedo asegurar con el mayor orgullo y veracidad: antes de Francisco Gil Craviotto la instalación del LACC pesaba sesenta y seis kilos y ahora, después de seis meses de paseos y carrerillas en los pasos de peatones, sólo llego a sesenta y cuatro. ¡Dos kilos de peso menos gracias a doña Telesfora y el LACC! Todo mi agradecimiento para ambos. Esto de pesarme al menos una vez al mes y anotar lo que dé la balanza fue el consejo de un médico francés amigo mío. ¡Quién me iba a decir entonces que, andando el tiempo, su consejo me iba a servir para testificar a favor del LACC!
¿Y qué me dice el lector del aspecto pedagógico de los pocos autobuses que la denodada dama nos ha dejado en activo? Esas impresionantes letras que aparecen en el frontispicio de todos los autobuses rojos no han sido elegidas por capricho o azar, sino que corresponden a una sabia lección de geografía. Ponga atención el lector: La N quiere decir Norte; la S corresponde al Sur; la E, al Este y la O, al Oeste. ¿Se da cabal cuenta el sufrido lector de la razón por la que los pocos autobuses que han quedado en servicio han perdido aquellos anticuados números y ahora todos llevan letras? Para que, al tiempo que hacemos trasbordos y más trasbordos, aprendamos los puntos cardinales. Meritoria labor, claro que sí. Antes de que doña Telesfora tomara la sartén por el mango nadie sabía, por ejemplo, que Huétor Vega y Cájar están al Este de Granada y Maracena y Pinos Puente al Oeste; ahora todo el mundo lo sabe. Toda una sabia lección que debemos agradecer. Una vez más se cumple el adagio de nuestros antepasados: “Mens sana in corpore sano”. Cuerpo sano porque, gracias a doña Telesfora, todos los granadinos nos hemos convertido en grandes andariegos y mente sana porque ya sabemos los cuatro puntos cardinales.
Pero no termina ahí la aportación pedagógica de doña Telesfora. Hay más, mucho más. Me refiero sobre todo a una aportación matemática que también nos deja conmovidos. Como nadie, salvo el alcalde y la mencionada señora, sabe la cantidad exacta en que se ha montado la broma de los autobuses, el LACC y sus derivados (viajes a Alemania, acomodación de calzadas y aceras, formación de nuevos conductores, etc.,), se convierten en problema de alto nivel matemático, que sólo los grandes expertos en trigonometría y ciencias exactas acaso lograrán resolver. Todo un desafío a la inteligencia de los sesudos matemáticos de nuestra ciudad. ¿Habrá alguno que logre despejar la incógnita y consiga averiguar en cuántos millones se ha montado la aventura de los autobuses de Granada?
He dejado para el final el argumento más meritorio a favor del LACC: la asombrosa creación de puestos de trabajo. Me refiero a Alemania, naturalmente. Es indudable que los equis autobuses que nos han llegado a Granada no han caído del cielo. Ha habido una fábrica -Mercedes- Benz, en este caso-, que los ha construido, los ha vendido (¿Habrá necesidad de añadir “a un precio de amigo”?) y los ha transportado hasta Granada. Todo eso crea empleo, mueve capitales y ayuda a que poderosas multinacionales sigan activas y la industria alemana cada día en más auge. ¿Habrá algún mentecato que salga con la cantinela de que en España también se fabrican autobuses? A todos los que así piensan les respondo con un argumento que no tiene vuelta de hoja: el patriotismo de doña Telesfora salta límites y fronteras y nos hace a todos los granadinos ciudadanos del planeta Tierra. Esta vez ha hecho parada y fonda en Alemania; otra lo puede hacer en China, Japón o Costa de Marfil. ¿Se puede pedir más?
Meditando en todo lo anterior he llegado a la conclusión de que los granadinos estamos en deuda con doña Telesfora y, deseoso de desfacer el entuerto, ayer, que me sentí un poco inspirado, inicié este poema en su honor. Helo aquí:
Nunca fuera pueblo alguno
tan peatonal y servido,
como lo fuera Granada
cuando Telesfora vino.
Desde el Zaidín a la Chana,
desde Bib-Rambla al Cerrillo,
a pie, en bici o patín,
siempre andando el camino.
Ya sólo me falta añadirle cuestión de veinte o treinta estrofas más y enviárselo a doña Telesfora como regalo de Reyes. ¿Cree el lector que le gustará?
(1)Aunque la mayoría de los comentaristas que tratan el tema escriben LA LACC, femenino, yo he pasado al mas culino por una cuestión puramente fonética: para evitar la repetición del sonido L. Es pero que ni doña Telesfora ni las feministas se sientan ofendidas.
Artículo publicado en "Wadias Información" el pasado día 7.
El autor es Socio de Honor de "La Casa de La alpujarra".
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