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miércoles, 4 de noviembre de 2015

Este año, la lotería es mía

Lotería de La Casa de la Alpujarra


   Días atrás, mientras desayunaba en un bar de mi pueblo, oía la conversación de unos conocidos que, con disgusto, hablaban a mi lado, con el propósito de que nos enteraramos todos los allí presentes aquella fría mañana. Comentaban el duro trabajo diario para poder salir adelante; la humedad, que aquí, se te mente en cuerpo estos días de otoño; que este año no llueve y por lo tanto hay muy pocas setas; y para colmo el partido, exigiendo demasiado tiempo, especialmente en esta época de elecciones. Después de hacernos ver su sacrificada vida, uno de ellos expresa el deseo de que le toque la lotería, y el otro le manifiesta con rotundidad que este año, con toda seguridad, les va a tocar en el número del partido. Tan convencido se muestra que, con solo oírle, me induce a mí que, en ese mismo momento, me propongo comprar un décimo. Dando cuenta de mi tostada, les escucho desde la distancia cercana, pero sin mediar en la conversación; les oígo relatar detalladamente cómo va a ser su vida a partir del próximo año, un proceso de intenciones burguesas, que en otro tiempo chocaría con la doctrina que se supone que abrazan. Hoy día, la modernidad lo permite todo y la derecha y la izquierda se dispersan en un amalgama intenciones y modos de vida confusos.

Ahora, recordando aquella conversación mientras guardo el décimo de lotería, no sé por qué recuerdo, capricho de mi memoria seguramente, o tal vez, porque el asunto viene al caso, mi subconsciente me lo sugiere. Me refiero al caso del bético moribundo que hace años escuché en el programa de Herrera. Era un sevillano de muchos años que, en el lecho de muerte, le pidió a su nieto un útimo deseo: bórrame del Betis y date prisa en sacarme el carnet del Sevilla. El nieto que, según confesó a Herrera, pensaba que el abuelo estaba delirando, le contestó que cómo le pedía algo así, si él había sido bético toda su vida, a lo que el abuelo le contestó: por eso mismo hijo, por eso mismo, porque el día que me muera, que se muera uno del Sevilla y no uno del Betis.

De igual manera he pensado en mi amigo Júdez, un joven rebelde, al que conocí en Talarn, en la Academía de suboficiales, en el año 1974. Al año siguiente, ya separados, me tropecé con él por las calles de Madrid. Portaba un aspecto contradictorio, como él era, con el pelo muy corto y un bigote un tanto facha, y debajo del brazo el “Mundo obrero” arrugado y con manchas de grasa. Pasados unos años, coincidimos de nuevo en Madrid, en la Academía de oficiales. Comimos todo un año en la misma mesa, donde renovamos nuestra amistad de antaño. Seguía mostrando su ambigüedad, saltando continuamente de una orilla a otra del Manzanares. El día que nos entregaron el despacho, recuerdo que le pregunté si iba a continuar leyendo la prensa que acostubraba, a lo que me contestó: amigo Alvarez, sigues sin estar al loro, el día que nos dieron las notas el mes pasado, borré mi suscripción al Mundo Obrero y me apunté al ABC.

 Dando por sentado que a los socialistas de mi pueblo nos va a tocar la lotería; me incluyo en el equipo por derecho de sangre, y para corroborar mi pertenencia, esa misma mañana compré el décimo que ahora guardo. Y es que se me ha pegado el entusiamo, conociendo que lo que no consigamos nosotros en Andalucía, no sé quien lo va a conseguir. Bueno una duda si tengo, que la influencia de San Roque sea mayor. Hasta ahora va a la cabeza del ranking en los premios de la lotería de navidad, así que, para curarme en salud, tendré que comprar también un décimo del santo, y para no traicionarlo, otro de San Blas que es mi patrón. Pero.. Y los que somos de derechas, cómo no vamos a comprar al menos un billete del PP.

 En mi asociación “La Casa de La Alpujarra”, estamos ilusionados con que este año sea el nuestro. De hecho, después de diecisiete años jugando, sin que siquiera hayamos cogido una terminación, nuestra lotería se está vendiendo este año con el lema: “Si la estadística es una ciencia, este año toca que nos toque”. Pero he de confesar que me estoy desinflando, al ver que tenemos competidores con mucha mayor influencia que nosotros, bien sea política o teológica.

Supongamos que hoy es día 23 de diciembre. ¿Qué coño nos importa a nosotros ya los pactos poselectorales, si el que menos lleva, lleva un par de décimos? Ahora que otros acudan al tajo, que nosotros ya hemos cumplido.

Para nosotros los socialistas el que nos toque la lotería, es como una recompensa por la lucha llevada a cabo durante tanto tiempo. ¿A quién mejor que a nosotros? Evidentemente la recompensa no va a ser la misma para todos. Curiosamente no tiene nada que ver con el compromiso con el partido, ni con los años de seminario, sino con lo que nos hemos arrascado el bolsillo a la hora de adquirir uno o varios décimos. Lo que si podemos es hacer un juego: ver quién permanecerá fiel, incluso más allá de la muerte, como el bético; o quién, como el pragmático de mi amigo Júdez, creyendo que su estatus ha mejorado, no tardará ni un minuto en cambiarse de chaqueta. Por nuestros hechos nos conoceréis.

1 comentario:

  1. En realidad la lotería no la compramos para que nos toque, ni siquiera para tranquilizar nuestro egoísmo si le toca a nuestro amigo, vecino o cuñado. Si pensáramos así sería como creer deliberadamente en algo que sabemos imposible: jugando un número, para asegurarnos el primer premio, tendríamos que jugar cien mil años; es cierto que ya llevamos diecisiete sin nada, pero es difícil pensar que podemos cogerlo antes de la jubilación. Jugamos a la lotería por altruismo; nosotros no compramos en Doña Manolita, que toca todos los años, compramos en una administración de un pueblo perdido de La Alpujarra donde nunca tocará. Por eso digo que jugamos para ayudar con la gavela a causas que, por sus fines, nos parecen simpáticas.

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